martes, 4 de enero de 2011

Bajar los humos

      Recuerdo que cuando en 1992 entró en vigor la obligatoriedad de llevar puesto el cinturón de seguridad al volante, no fueron pocos quienes pusieron el grito en el cielo ante esta nueva imposición, exhibiendo esa visión de la libertad tan española cuando las leyes obligan bajo sanción dañando la comodidad de la costumbre: “mi vida es mía, si me mato, me mato yo”. Por lo visto no contemplaban la posibilidad de quedar parapléjicos, por ejemplo, ni calculaban las repercusiones sociales, médicas, económicas y familiares que conlleva la siniestralidad vial en general, que se ha reducido espectacularmente gracias a lo del cinturón y otra serie de medidas. Aunque en principio se actúe más por miedo a la sanción que por conciencia de peligro, ahí están las cifras, y ya vemos normal llevarlo puesto incluso en ciudad.
     Estamos ahora en una situación parecida desde la reciente entrada en vigor de la llamada “Ley Antitabaco”. Me atrevería a decir que ante una prohibición aún más justificada que la de circular sin cinturón de seguridad, pues si bien tener un 50% más de posibilidades de morir en caso de accidente no compromete la salud ajena, no ocurre así con el tabaco, como es bien sabido. No faltan fumadores que amparados en asociaciones que defienden su derecho a fumar donde lo han hecho siempre, claman nuevamente ante esta “inquisición antitabaco” aduciendo otra vez esa particular y peregrina perspectiva del asunto:”el cáncer de pulmón es mío”. Como exfumador con más de diez años de trayectoria sin humo propio, veo injustificable y pueril estos argumentos. Se apela también a la crisis económica y a un supuesto descenso en los beneficios de la hostelería. Si bien es cierto que habrá quien deje de acudir a los bares, sospecho que también habrá quien regrese a ellos, que desertaron por no querer respirar el humo ajeno. En todo caso, ahora estamos hablando de 56.000 muertos al año en España como consecuencia directa del tabaquismo activo o pasivo: veinticinco veces más que las víctimas mortales por accidente de carretera. Pongamos una balanza y decidamos qué pesa más. Reflexionemos sobre quién tiene derecho a decidir sobre la salud de los demás y a quién compete preservar y proteger la salud colectiva. Ya sabemos que todas las medidas coercitivas generan incomodidad y rechazo al principio, pero ¿se acuerdan de cómo se ponían las aulas de humo cuando estaba permitido fumar allí? ¿O cómo estaba el mismísimo Congreso con el puro de Santiago Carrillo y los cigarrillos de la mitad de diputados? Estamos ante un tema educacional que llevará algún tiempo hasta que se vea normal no fumar en espacios públicos cerrados; la repercusión de esta ley en los bares que frecuento y su implantación está siendo modélica. Al final -estoy seguro- cambiaremos de nuevo de actitud y todos saldremos ganando. Pero ¿qué es lo más inteligente? Dejar el tabaco, y ahora hay una nueva oportunidad.


6 comentarios :

  1. Yo como fumador empedernido (toda mi familia y amigos lo saben) no critico la medida en absoluto, me parece muy bien. Pero no soporto el cinismo del gobierno, que es el que ha permitido durante años, que las compañias tabaqueras hayan ido agregando, cada vez mas productos adictivos al maldito tabaco, hayan incrementado los precios y los impuestos de forma salvaje y todo esgrimiendo la bandera del bien común. Me imagino que harán lo mismo, en un futuro no muy lejano, con los productos "no ecologicos", con las calderas a gas o coger un virus y estornudar en publico.

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  2. Buenas noches Alfonso, ya he leído tu artículo en el periódico y me ha gustado mucho porque coincido absolutamente con todo lo que dices, a mí personalmente me molesta muchísimo el humo del tabaco, hasta el punto de que cuando estuve en Barcelona me matriculé en el nocturno de Derecho, pero aquella aula inmensa llena de humos era insoportable, el resultado fue que al cabo de muy poco tiempo lo tuve que dejar. Que tengas un feliz año. Un abrazo
    Primitivo

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  3. Lo de las clases era de juzgado de guardia. En 6º de Bachiller y COU nos dejaban ya fumar por ser "mayores". Aquello era irrespirable pues, evidentemente, todos queríamos ser mayores. Ya en la Facultad de Psicología, en Málaga (y aunque yo fumaba) propuse al Consejo de Alumnos no fumar en clase, con nulo éxito. Esta ley es un avance importante por lo que supone de respeto mutuo pero su evolución política ha sido desastrosa. Sobró la ley anterior que generó expectativas falsas y gastos inútiles a los hosteleros.

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  4. Contesto a Pepe. En efecto, no se sostiene que se vayan eliminando los espacios para fumar por el bien de la salud pública y se incrementen cada vez más los impuestos al tabaco por el bien de las arcas del Estado. Hacer negocio a costa de algo malo para la salud es muy discutible. ¿Y el alcohol? Por cada ciudadano que hace un uso razonable de su consumo hay tres o cuatro que se exceden, pero en ninguna botella de whisky pone "beber mata". Me hace gracia que ya exista una ley que prohiba fumar dentro de los bares y otra que prohiba beber fuera de ellos.

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  5. A mi me parece muy bien lo que han aprobado, quizá lo han llevando demaiado demasiado lejos con la prohibición de fumar en la puerta de los hospitales, etc. Pero he vivido en EEUU donde la ley es así y he de reconocer que se me hacía muy raro el estar fuera fumando, a veces muerta de frio mientras nevaba, mientras todos mis amigos estaban dentro (y mi copa tambien), pero a todo se acostumbra uno y en el fondo hasta agradeces el poder entrar en un sitio y que no te lagrimeen los ojos a los 10 minutos...

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  6. Tu experiencia en Estados Unidos demuestra que lo de esta ley no es un capricho vanguardista. Es verdad que existen muchas prioridades, pero la salud pública siempre debe ser una de ellas.

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