martes, 1 de marzo de 2011

El padre de Mariluz

Soy incapaz de describir qué sentimientos me invadirían si mi hija de 5 años hubiera desaparecido cuando iba a comprar chuches. Decimos que nos conocemos a nosotros mismos y presagiamos nuestras propias reacciones emocionales porque estamos acostumbrados a un repertorio previsible de situaciones que entran dentro de lo normal. Pero que pase un día, dos, una semana, y así hasta 54 días y que el cadáver de tu hija aparezca flotando en una ría con la cabeza rota no forma parte de ningún prontuario de situaciones habituales. Yo creo que para muchos de nosotros este suceso haría aflorar comportamientos oscuros que nos alejarían de un raciocinio sosegado. Es muy posible que el deseo de venganza implacable rompiera todos los corsés y los estereotipos de lo correcto, máxime cuando tienes la convicción de que tu vecino es el causante de tal horror. Y, puestos a imaginar, cuando hubiera descubierto que ese individuo tenía que estar cumpliendo cuatro de años de cárcel  por abusar sexualmente de su propia hija, me habría ido a casa del juez Tirado con los puños apretados, mordiéndome el labio inferior y la adrenalina quemándome el pecho. A ese juez lo multaron con 1.500 euros por esa “pequeña” negligencia; y no sigo poniendo que nuevas sensaciones me provocaría ese irrisorio castigo.

        A nadie deja de sorprender la templanza y la prudencia del señor Cortés, con la coherencia que articula su discurso y la paz que emana de sus palabras cuando se refiere a acontecimientos vividos que a cualquier otro mortal le hubiera destrozado la vida. Me resulta realmente sublime que después de todo lo sucedido con su pequeña hija este hombre siga mostrando su fe y su confianza en la justicia, ahora que por fin va a dictarse sentencia. ¿Tendrá la  Iglesia Evangélica de Filadelfia otros textos de referencia distintos a aquello de la otra mejilla, capaces de obrar resignaciones bíblicas en sus adeptos? Cuando estamos habituados a presenciar en un alto porcentaje de comparecencias públicas insultos, descalificaciones, ironías, prejuicios e injurias de todo tipo, es disonante la contención y la ponderación de ideas con las que se maneja Juan José Cortés, sabiendo que lo que le ha pasado no tiene nada que ver con trajes, sino con el vil asesinato de su hija. Aprended, políticos lenguaraces y bocazas. Tomad ejemplo de cómo se contiene la ira cuando hay de por medio un motivo infinitamente más transcendente que unos puñados de votos. No es extraño que más de un partido político haya llamado a su puerta ofreciéndole sus listas. No hablamos del profesor Neira, sino de un héroe de verdad: Juan José Cortés.

No hay comentarios :

Publicar un comentario