domingo, 23 de octubre de 2011

Otoño

El calendario hace días que dice que ya es otoño, pero por estas latitudes casi siempre hay que esperar a que la climatología, que es quien realmente manda,  lo reafirme. El otoño es una época de transiciones con un extraño poso de melancolía; debe ser que este sentimiento acompaña siempre a rituales poco gratificantes, como guardar y ordenar las fotos o vídeos del verano y llevar a cabo ese trasiego en los armarios, donde las bermudas quedarán irremisiblemente soterradas, aflorando triunfantes la pana y los jerseys. Un buen día te das cuenta de que por la mañana es de noche cerrada, merced a ese artificio horario que nos fastidia dos veces al año, pero al parecer beneficioso para el ahorro energético y la productividad, tan en boga en estos tiempos. Pronto los paraguas extenderán también sus plegadas alas, como mariposas que han hibernado en la crisálida del paragüero, en ese ignorado rincón del recibidor.

   En otoño la percepción del paso del tiempo es contradictoria: cuando llevamos tres días trabajando parece que son tres meses. ¡Cuán raudo se asumen las problemáticas, las inercias cansinas y las impertinencias de los jefes!, como si tuviéramos el cuerpo encallecido y hecho a los engorros cotidianos que ni siquiera un largo verano ha sido capaz de hacer resentir. Las fuertes percepciones sensoriales que trae el otoño rompen siempre violentamente con el recuerdo del verano, por si había alguna duda. Así, pronto el aroma de las castañas asadas hará que sea definitivamente historia el regusto jugoso de la sandía. El calcetín coloniza de nuevo triunfante su territorio, relegando a la sandalia al prolongado y oscuro ostracismo del mueble zapatero. Y todos estos sentimientos simultáneos, como síntomas de una enfermedad que llega invariablemente cada año, confirman la certeza de que ya estamos en una estación que se nos antoja decadente: no en vano se ha dado en llamar “otoño de la vida” al periodo de la existencia en el que más de uno vamos entrando, mirando a todos lados para ver en qué consiste. De momento yo me he convencido de que somos seres de pelo caduco, como las tópicas hojas que caracterizan al otoño, y que los poetas y los cineastas se empeñan en hacer protagonistas.
   El otoño lo único bueno quetiene es su brevedad, como transición rauda hacia los amplios dominios invernales que se encargarán de anunciar las luces del Corte Inglés. Pero siempre, aunque las temperaturas bajen, hay motivos para sacar expresiones alusivas, que han permanecido meses guardadas entre bolas de alcanfor mediático. Me refiero a eso del “otoño caliente” que, claro, este año no va a ser una excepción,  habiéndose elegido, nada menos que en 20-N, como fecha álgida para marcar todas las transiciones habidas y por haber.

No hay comentarios :

Publicar un comentario