martes, 15 de noviembre de 2011

Slow Down para todos

   Ahora que por prescripción facultativa tengo prohibidas las situaciones generadoras de estrés, me estoy haciendo militante del llamado movimiento Slow Down, que en cristiano no es sino una corriente cultural aparecida en Europa hace algunos años con el fin de intentar calmar las actividades humanas, absolutamente desvirtuadas por las prisas que el mundo moderno imprime a nuestra existencia; por mejor decir, según este movimiento debemos tomar el control del tiempo en lugar de someternos y dejarnos llevar por su tiranía. El Slow Down, por ejemplo, estaría en contra de las situaciones que nos conducen sin remedio a  los establecimientos de “comida rápida”, y a los establecimientos en sí,  para potenciar el disfrute real de compartir una comida como Dios manda con otras personas, con tiempo suficiente para apreciar los sabores en una conversación sosegada olvidada completamente del reloj. Y quien dice comer dice pasear, o cualquier otra actividad que realicemos con gusto porque nos sale de ahí. Se trata de aparcar definitivamente la prisa para disfrutar cada minuto.
     Poner en práctica esta filosofía va mucho más allá de evitar las prisas. Se trata de fortalecer una nueva escala de valores que se basaría en trabajar para vivir, y no como solemos hacer, vivir para trabajar. Esto implica incorporar a nuestro ideario algunas cosas: apreciar la biodiversidad, las formas de vida tradicionales, reivindicar nuestras culturas locales y emplear inteligentemente la tecnología. Justamente todo lo contrario a lo que solemos hacer cotidianamente, porque el montaje globalizado donde vegetamos ya nos marca la ruta a seguir: vivir aceleradamente, tender a que todo funcione 24 horas para perpetuar el consumismo, comprar la ropa de invierno en verano… las empresas potencian la dirección por objetivos “flexibilizando” los horarios, es decir, trabajar más horas de las fijadas en los convenios, en detrimento de la vida familiar, del fomento de la amistad y las actividades dedicadas al ocio. Muchos, por desgracia, basan su vida en ganar mucho dinero para el futuro olvidándose de disfrutar del momento presente, que es el único tiempo real que existe. Los países nórdicos están consiguiendo hacer realidad esta utopía de disfrutar del presente, y no por ello se resiente su productividad, como alguien podría pensar: ahí tenemos a Suecia con empresas como Volvo, Skandia, Ericsson, Ikea, Electrolux o Nokia, donde está mal visto hacer horas extras.
     Pero nosotros, pobrecitos mediterráneos engullidos por la globalización y el mandato empresarial del aquí y ahora, vemos en esto del Slow Down una ciencia ficción que jamás nos liberará del llamado por los psicólogos “síndrome de la felicidad aplazada”, que padecen quienes jamás se detienen a disfrutar de nada en la vida debido a sus muchas obligaciones. Las prisas, además de conducir al estrés, conllevan también un peculiar estilo de vida que propicia otros males como la obesidad, las enfermedades coronarias y el deterioro de la comunicación familiar. Por eso admiro a quienes, independientemente de su ocupación profesional, están en un grupo de teatro, practican senderismo, disfrutan de sus amigos, tocan la flauta y el tamboril, juegan diariamente con sus hijos y se toman la vida con la calma de quien sabe que solo se vive una vez. Ser antisistema también es rebelarse contra todo lo que nos impide que vivamos nuestra propia vida como queremos.

2 comentarios :

  1. Buenos días Alfonso, el tema de tu artículo me ha parecido muy bien elegido, últimamente se habla bastante de este asunto, sin embargo, cuando miramos a nuestro alrededor no lo hallamos reflejado en el mundo que nos rodea, eso significa, entre otras cosas, que todavía no se ha difundido lo suficiente o, tal vez, lo que suceda sea que no se ha asimilado en su justo significado, aunque, yo, particularmente, me inclino a pensar que, a pesar de sus enormes beneficios para la mente y el cuerpo, su aceptación implica un cambio en el modo de vida, en hábitos, actitudes, costumbres..., que no todo el mundo está dispuesto a adoptar. Espero que cada vez sean más los que como yo intentamos poner en práctica algunos de los principios del Slow Down, por mi parte recomiendo encarecidamente "El Elogio de la Lentitud". Un abrazo
    Primitivo

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  2. Has dado en el clavo. La inercia del sistema productivo que se ha implantado en nuestra sociedad casi nunca permite que uno se aísle de ese montaje y nade contra corriente practicando esa filosofía de la vida. Solo cuando nos jubilamos o dejamos la actividad laboral podemos recuperar una pequeñla parte del tiempo perdido, cuando a lo mejor ya no se tienen facultades sino para jugar a la petanca, y siempre que nos dejen los nietos, como comenté en el post "abuelos". Un abrazo,
    Alfonso.

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