Todo esto de la memoria histórica me está haciendo recordar lejanas clases en la universidad, donde leíamos escritos de personas aquejadas de diversas psicopatologías en las funciones mnémicas. Estaba, por ejemplo, en síndrome de Korsakoff, donde el paciente rellenaba compulsivamente las lagunas de la memoria mediante confabulaciones. En trastornos más graves se podía perder incluso la biografía, la cronología y la conexión de sentido de la propia línea evolutiva de las cosas.
Es evidente que las leyes se promulgan para ser cumplidas. Más complicado es identificar adecuadamente el sentido y la intencionalidad de las normas y especialmente los espacios de flexibilidad que conviven en los artículos de una ley como la de la Memoria Histórica. Porque, por ejemplo, al amparo de dicha ley, en Alicante pretendieron eliminar el nombre de la calle Luceros porque “hace honor a una estrofa del Cara al Sol”, por no citar la retirada de un escudo de los Reyes Católicos en Cáceres por creer que ensalzaba a la dictadura, que hizo de nuevo flotar en el ambiente el espíritu del cabo Piris. Esto viene a cuento de las obras para eliminar el escudo preconstitucional de España, labrado en 1958, que preside el edificio de la Audiencia Territorial de Cáceres. Dos de los mayores artistas de reconocimiento internacional que ha dado Extremadura, como Juan de Ávalos y Enrique Pérez Comendador, autor de este escudo de ejecución magnífica, tuvieron la desgracia de desarrollar parte de su meritoria obra en la segunda mitad del siglo XX, por ello sus creaciones son “franquistas” y candidatas a ser retiradas u ocultadas. Siguiendo con los trastornos de la memoria, la hipermnesia es una intensificación de la capacidad para rememorar que suele darse en estados febriles. Por lo visto, todo el que pasa por la fachada de la Audiencia (un 90% de la población ignora la existencia del escudo) se siente súbitamente agredido y evoca en toda su intensidad la exaltación del levantamiento militar, la Guerra Civil y la represión de la dictadura.
Pesan más las razones compulsivas para borrar episodios de la memoria que el alto valor histórico-artístico de las piezas a eliminar, a pesar de que la propia Ley establece esta circunstancia como excepción. La Historia ha llegado a ser definida como “ciencia de la memoria”, pero lejos de intentar recuperar la memoria colectiva, que sería lo ideal para abrir espacios de debate, se pretende borrar por completo una parte de la Historia de España, sea la que sea, implantando la “damnatio memoriae” romana, que prohibía incluso pronunciar el nombre del enemigo. Creo que los sobrinos de Hitler se esterilizaron para que ninguno de sus hijos fuese a sacar los genes de su tío. Pues esta finalidad parece tener esta interpretación de la Ley de la Memoria Histórica al talibanizar su esencia: convertir la memoria en patológica y desvirtuar la Historia como ciencia con un uso político. La ley debe devolver la dignidad a todos los represaliados por el franquismo y a sus familias, por supuesto, y en ello se pone todo empeño. Pero esto no es incompatible con el respeto a un Patrimonio que se asienta y surge de las propias vicisitudes históricas, aunque la cercanía de los hechos nos disguste.