martes, 22 de febrero de 2011

Saltos en la Historia

En la vida de las personas -como individuos, como parejas o grupos-,  pueden sucederse largos años de sometimiento a un orden con unas rutinas aceptadas que han sido interiorizadas  con nula reflexión. Este fluir consuetudinario es válido hasta que influencias externas o bien un proceso de maduración ideológica, hacen tambalear lo tradicional y replantearse cuestiones existenciales, que pueden desembocar en el cambio drástico de metas individuales, la ruptura de una prolongada convivencia en pareja o la reorientación de los objetivos de un colectivo.
     La historia de los grupos humanos y la civilizaciones siempre se ha caracterizado por este fenómeno de ir engordando una burbuja de tradición que no permite transitar a otro status si no es rompiendo violentamente con lo anterior; lo rutinario crea unas ataduras poco flexibles que, como nudos gordianos, solo permiten ser cortadas a golpe de espada. Ya pasó con la Revolución Francesa. Los países islámicos del norte de África  hace algún tiempo que dejaron de ser tribus nómadas sometidas mansamente a sistemas feudales. El planeta ha dado muchas vueltas y ha convertido en anacrónicos e injustos a esos regímenes dictatoriales que han seguido intentando aunar lo humano y lo divino en su concepto de poder con provecho propio. El devenir de la vida actual ya no permite mantener a pueblos aislados de influencias externas, porque el populismo propagandístico y la censura de medios de comunicación son ya como una olla de barro resquebrajada por el uso,  por donde escapan las ansias de los pueblos que quieren estar en el mundo actual. José Ingenieros dijo que “la rutina es el hábito de renunciar a pensar”, y ese automatismo mimado por los dictadores  es insostenible en un mundo globalizado. A los autócratas se les ha atragantado Internet.
     El actual proceso de rebelión contra la tiranía, que llevan a cabo los pueblos musulmanes norteafricanos pidiendo libertad parece imparable, por muchos compatriotas que masacre Muamar el Gadafi y el resto de gobernantes iluminados. Pero no está tan claro el concepto de democracia que podría eclosionar si finalmente triunfan las revueltas, como ha sucedido en Egipto. Hay que esperar. La Conferencia Islámica ya estipuló en su día lo que debe ser una democracia y unos derechos humanos –ojo- “islámicos” en su Declaración teocrática que somete la humanidad a la Sharia islámica. ¿Puede haber verdadera democracia sin una libertad religiosa y por tanto de pensamiento que subyacerá en las leyes? Son muchos los que piensan que la  democracia es incompatible con el Islam. Este salto histórico que estamos viviendo puede que se quede muy corto.

jueves, 17 de febrero de 2011

Aires

     El sábado, temprano, vi como el sol se asomaba por el horizonte rasgando la bruma que aún dormía sobre la dehesa extremeña. Se adivinaba a lo lejos  el curso del río Alagón, que parecía discurrir entre algodones como no queriendo dañar los encinares. Pero más arriba, el cielo aparecía despejado, lo que auguraba un día espléndido que ya celebraban con alborozo las alondras y las avefrías; inspiré profundamente, abriendo las aletillas de la nariz y llenando los pulmones con un torrente fresco de aire con aroma de jara y leña de encina. Cogí mis aperos y enfundado en el mono de trabajo me dirigí a mis quehaceres agrícolas de “finde”. Mientras caminaba, recordada las imágenes del día anterior en Madrid y Barcelona: viandantes con mascarilla por la calle y  edificios que emergían del asfalto, saliendo trabajosamente de una nube pútrida como buscando unas gotas de oxígeno en las alturas. Una pareja de meloncillos atraviesa con rapidez la vereda, sorprendiéndose de mi presencia, que también interrumpe el descanso de los zorzales, que abandonan los matorrales a ambos lados del camino en inmensas bandadas. Y sigo pensando en los 240 microgramos por metro cúbico de dióxido de nitrógeno que se meten en los pulmones cada vez que respiran otros congéneres menos afortunados, que recluidos en cárceles insalubres de asfalto pasan días y semanas sin ver el campo, ni divisar el vuelo de un milano, ni escuchan la caída de un torrente ni el balar de las ovejas,  ni perciben las fragancias del cantueso o del tomillo.
     En este paseo mañanero –observo- no estoy pensando en cuántos pequeños alcornoques podaré esta mañana antes de salir a “tomar las once” en el pueblo. Medito sobre el concepto de calidad de vida mientras dejo atrás los olivares y las praderas con ganado que lindan con la finca. En efecto, recuerdo que el INE hace públicas de vez en cuando las cifras de renta disponible por habitante en España y su distribución geográfica. Son complejos datos con diversas vías comparativas ínter territoriales. La frialdad matemática y estadística de esas cifras dicen que Extremadura sigue teniendo la renta por habitante más baja del país. ¿Significa esto que tenemos también la peor calidad de vida? Y sonrío yo solo al abrir la angarilla, porque he llegado. A todo esto la niebla ha levantado, pero allá, en la gran ciudad, el manto hediondo de los tubos de escape continúa oscureciendo las calles. Inspiro de nuevo profundamente. Sí, esos datos del PIB y renta disponible o están equivocados o miden otra cosa.

martes, 8 de febrero de 2011

Revoluciones 2.0

  En nuestros años mozos las revueltas  solo podían convocarse mediante el boca a boca y adquiriendo agujetas de tanto darle al manubrio de la multicopista, con aquel aroma sugerente de la tinta subversiva; en ambos casos jugándote el pellejo con  la porra de los grises. La comunicación tenía que fluir necesariamente por el aire en su forma más clásica, y los mensajes insurrectos se emitían y captaban heroicamente, pues faltaba todavía mucho para el inocuo “pásalo” al final de un SMS, y mucho más para la maraña cibernética de las redes sociales. Si la forma de comunicarse, merced a estos avances tecnológicos ha dado un cambio copernicano, lo han hecho también todos los fenómenos asociados al hecho de transmitir información. Ahora, un político que se precie no puede dedicarse solo a dar mítines cada cuatro años comosucedía antaño: tiene que convertirse en bloguero y usar las comunidades virtuales interactivas para ir cazando cibernautas fieles para que cuado llegue la cita electoral, tener el trabajo casi hecho.
   Pero, claro, quienes no están de acuerdo con los políticos o con el régimen que imponen los gobernantes tienen a su alcance el mismo arma, que al ser de doble dirección -y por tanto  de doble filo- permite no solo que la masa sea destinataria de mensajes políticos, sino también que  los usuarios del sistema emitan un unísono y masivo desacuerdo capaz de levantar a todo un país. Lo empezamos a ver en las revueltas de Ucrania, Moldavia, Birmania, incluso Irán, antes de las más recientes de Túnez y Egipto. Y algunos conatos se están dando ya en Jordania y Argelia. Internet ha comenzado a ser la principal herramienta para conseguir movilizaciones rápidas e informaciones instantáneas sobre represiones de estas revueltas. Paralelamente, también han aparecido nuevas formas de represión y censura por parte del poder, como la clausura de Twitter y el apagón de telefonía móvil por el gobierno de Mubarak, que ha encendido más si cabe a los sufridos egipcios. Es un nuevo e imprevisto escenario de batalla digital con armas insospechadas hace poco, de las que todavía falta mucho desarrollo, con un futuro incierto. Ahora pienso, por ejemplo, que el paulatino pero firme paso de China hacia el capitalismo incentivará un también paulatino deseo democrático de su población. Ojala sea verdad esta “paulatinidad”, no quiero imaginar a mil millones de chinos convocándose por redes sociales para cambiar de golpe su política. Y esto lo sabe bien el estado chino, que impone serias restricciones en Internet.
Pero si se fijan, lo único que sigue siendo clásico son las formas de reprimir las manifestaciones, una vez convocadas en la blogsfera, porque los palos y los tiros no los dan por Facebook precisamente. Hace falta ser inmovilistas.

martes, 1 de febrero de 2011

Niños robados


     Ya casi no me acuerdo de qué reacción tuve al enterarme de que los Reyes Magos no existen. Suele suceder que incluso se finge ignorarlo en un principio para aferrarnos así a una ilusión que nos hizo disfrutar mucho y que se escapa por momentos. También pertenezco a una generación que creyó en aquella grácil cigüeña que traía a los niños de París, pues el argumento de la “semillita” entonces no se llevaba mucho. Pero, en contra de lo que opinan algunos psicólogos trasnochados que todavía no han salido de los escritos de Freud, estamos hablando de engaños piadosos en una franja de edad que no deja huella cuando se abre de forma natural a realidades que se van haciendo evidentes por la propia maduración del raciocinio y que se nos ocultaban en una época mojigata y gazmoña. No creo que existan muchas personas traumatizadas tras ese temprano despertar a la verdad.
     Nada comparable a las desilusiones que nos llevamos en la adultez y que pueden degenerar, ahora sí, en padecimientos depresivos, si el hecho que las origina es grave. Pongámonos en el pellejo de quien descubre a los 40 años que sus padres no son sus padres o que su adopción no se produjo de forma legal: que es un hijo robado a su madre biológica y que se pagaron por él 150.000 pesetas. ¿Cómo se siente quien descubre que fue una vil mercancía en un mercado negro de seres humanos? ¿Cómo se articula una infancia  -tal vez feliz- con una mentira semejante a la que se ha sido ajeno toda la vida? ¿Qué interrogantes aflorarán sobre la identidad de sus verdaderos progenitores y las vicisitudes en las que se produjo aquella desgarradora transacción económica? ¿Qué actitud adoptar ante unos padres adoptivos -seguramente muy queridos- que en realidad te compraron por dinero, arrebatándote de las entrañas de tu verdadera madre? ¿Y qué clase de identidad tiene quien figura en una partida de nacimiento falsa? Esto es fuerte. Según estamos viendo estos días por la denuncia colectiva de la asociación ANADIR (víctimas de adopciones irregulares) ante la Fiscalía, estas atrocidades se producían en España desde la posguerra hasta bien entrada ya la democracia. Comenzaron con el tráfico de bebés procedentes de reclusas republicanas ajusticiadas poco después del parto o madres solteras en una época que no perdonaba este pecado, hasta conformarse una verdadera mafia que, con ayuda de personal sanitario, hacía creer a madres humildes en un parto con niño muerto “que es mejor no verlo”. Esta asociación dice que hay en los cementerios pequeños ataúdes vacíos ante los que se siguen depositando flores el día de todos los santos. Si es cierto que  estos delitos han prescrito por el tiempo transcurrido, es que nos hace falta un ordenamiento jurídico nuevo capaz de restablecer la dignidad (aunque no se de qué manera) a quienes han descubierto un engaño que dura toda una vida y son víctimas inocentes de un origen apócrifo.