martes, 27 de marzo de 2012

Las dos Españas de hoy

     Si hay una expresión trillada que ya huele, es precisamente esta de las dos Españas, acuñada hace más de un siglo y que emplearon en su discurso autores como Larra, Menéndez Pelayo, Ramiro de Maeztu y Ortega y Gasset, y que inmortalizó Machado con aquel “españolito que vienes al mundo…”.
     Pero hoy yo quería referirme a otras dos Españas que no son las de izquierdas y derechas o la de los conservadores y progresistas ni la de los rojos y los fascistas; ni siquiera la de los toros o el fútbol. Porque en este nuevo par de Españas que han eclosionado de espaldas a la Historia militan indistintamente elementos pertenecientes a esas eternas facciones y los encontramos revueltos en cada una de ellas. Constatado el hecho de que existen señoritos de izquierdas y jornaleros de derechas, no es ya ningún discurso ideológico, pues, el que representa la división entre españoles a la que me refiero, sino más bien el color de sus respectivas cuentas corrientes. Los números rojos no son ya privativos de quienes se dicen de izquierdas, pues han colonizado muchos hogares que votan a la derecha.
   Hay una España que ha dejado de ir al cine, que come en silencio sopas de sobre, que no compran ni en rebajas y que no ponen en invierno la calefacción para que no suba el recibo. Es la España de los 426 euros mensuales, la de los jóvenes sin empleo, la de los parados sin esperanza, la de los hipotecados en espera de desahucio con o sin dación en pago, que en ambos casos es quedarse sin casa. Es una España sin fe en el futuro, que ve cómo su situación se enquista sin visos de mejora. En palabras de Machado, “una España que se muere”.
   Frente a ella está la España que no ha perdido su empleo, que vive más o menos igual que siempre y que gasta menos no por imposibilidad, sino por la inercia de la recesión: aguanta el coche un par de años más y espera a que los pisos bajen todavía más. Esta España se sigue yendo de vacaciones, sale de vez en cuando a cenar fuera y puede dar carreras a sus hijos con la esperanza de que esto pase y vean la luz que ahora se nos niega. No es “una España que bosteza”, como sigue el verso del poeta sevillano, pero sí que duerme tranquila, diríamos, porque sigue teniendo un proyecto de futuro, aunque este sea más incierto.
   Estas son las reales y verdaderas dos Españas de hoy, cuya distancia, absolutamente grotesca en sus extremos, es obligado acortar por parte de los gobernantes. Bien harían tanto estos como quienes están en la oposición en focalizar adecuadamente el problema en lugar de seguir con las invariables y casposas proclamas de aquellas antiguas dos Españas de Ortega, las que ya huelen y no contribuyen a crear esperanza.
    

4 comentarios :

  1. Qué razón tienes, Alfonso, es la triste realidad. Un artículo redondo el tuyo, me ha gustado porque no se puede expresar mejor. Estamos a la deriva.
    Un abrazo,

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  2. ...y esa deriva no sé si conseguirá un rumbo fijo y claro a base de recortes y decretazos. Esto está complicado.

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  3. No te preocupes, que acortar distancias entre justo esas dos españas que dices las van a acortar, llegara el dia en que estemos toditos (menos los de arriba del todo, como siempre) cenando sopitas de sobre.

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