martes, 8 de mayo de 2012

Mesas presidenciales

     No sabemos si entre la “herencia recibida” estaría también la mesa de Moncloa. Yo creo que debe ser uno de los muebles que no ha sustituido el señor presidente tras su cambio de residencia. A decir verdad, esa mesa, aparte de la foto de los niños y del teléfono rojo no tendría muchas más cosas. Porque no estaba sobre ella la subida del IRPF, tan insolidaria para con las clases medias, según se decía en la campaña electoral. Tampoco estaba encima de la mesa el copago sanitario ni el abaratamiento del despido, porque no es lo que necesitaba este país. La próxima subida del IVA, contraproducente en etapas de contracción, igualmente debería estar en un cajón, así como la amnistía fiscal, disparate que enervaría a los contribuyentes. O la energía barata. O las propuestas penitenciarias a los etarras. Se trata de una mesa maldita que también usó el anterior presidente con parecida infamia, pues encima de la misma nunca estuvo la bajada de sueldos a funcionarios ni la congelación de las pensiones ni otras lindezas improvisadas. Cuando todo este presente se convierta en historia, adquirirá toda su vigencia la opinión de Jardiel Poncela: "La historia es la mentira encuadernada."

     Ningún presidente pone las cartas sobre la mesa porque ya está ocupada con lo que han sacado de los cajones. Por algún cajón debe andar también, por ejemplo, el peaje de las autovías o la reducción de ayuntamientos. Y se han hecho imprescindibles las tijeras, estas para recortar tanto cosas que están encima de la mesa como en los cajones para que, caso de aflorar, lo hagan ya recortadas,  como la Sanidad y la Educación. Y en toda mesa de presidente entrante siempre hay otros cajones que estaban llenos a su llegada, en este caso de facturas impagadas por los gobiernos salientes, que los entrantes sacan a la luz para justificar el trasiego de medidas desde el resto de los cajones a la superficie de la mesa. Y, en fin, debajo de toda mesa presidencial que se precie, siempre es bueno que exista una hermosa papelera con capacidad suficiente para albergar las promesas electorales que no gozaron del privilegio de estar nunca encima de la mesa (ni siquiera en un cajón), aunque nos hicieran creer que así sería.
     Podíamos hablar también de mesitas periféricas, con parecidas prestaciones. Encima de estas mesas, como en Extremadura, había cosas intocables, como la Ley de Educación. Pero alguien ha quitado el pisapapeles para que se vuele su aplicación o, como mucho, ha puesto encima las tijeras. Y la refinería ya no se sabe en cuántos cajones ha estado. Si viviera Ramón Gómez de la Serna se pondría las botas diseñando greguerías alusivas a estos tiempos convulsos. Seguro que desempolvaría el pensamiento de Jules Renard, uno de sus inspiradores, para poner encima de la mesa el siguiente cartel: “De vez en cuando dí la verdad para que te crean cuando mientes”.

martes, 1 de mayo de 2012

Educación para la medianía


     Según el informe PISA, España ocupa uno de los últimos lugares entre los países de la OCDE en cuanto a rendimiento educativo, con un elevado índice de fracaso y abandono escolar. Si hacemos abstracción de la actual coyuntura económica, está claro que lo que haría falta es un aumento de la inversión en educación para salir de ese vergonzante furgón de cola.
     Pero lo que se está cociendo entre las bambalinas del ministerio del ramo y las respectivas consejerías de educación,  puede poner las bases de una auténtica hecatombe en los ya frágiles niveles de calidad que no solo nos harán descender más peldaños en los informes internacionales, sino que –y esto es más importante- conformarán un futuro más sombrío en competencia y competitividad, aspectos tan cacareados para salir del atolladero de la crisis. Detraer tres mil millones de euros de los presupuestos educativos (medio billón de pesetas) supone  el tiro de gracia para nuestro maltrecho sistema educativo público.
     Hay que decirles claramente a los padres y a toda la sociedad qué supone realmente este “ahorro”: con el aumento de la ratio de alumnos por aula se eliminará el seguimiento individualizado y aumentarán las diferencias con el resto de la clase. Con el incremento de las horas lectivas del profesorado, no solo se va a ahorrar en sueldos de miles de profesores interinos que serán despedidos: habrá menos tiempo para preparar clases y actividades, desaparecerán tutorías, imprescindibles con adolescentes, y el contacto con los padres será nulo. Se eliminarán también los refuerzos y será imposible desarrollar programas de mejora en los centros al no poder celebrarse reuniones de coordinación. Existirán menos asignaturas optativas y no serán ofertados todos los itinerarios o especialidades. Paralelamente, para cuadrar horarios se apelará a la movilidad funcional de los profesores que queden; esto supondrá que veremos a un profesor de Historia impartiendo Música, cuando tengan clase, pues no se contratará a un docente por bajas del titular inferiores a quince días. Menos becas, aumento de tasas académicas, supresión de carreras con poco alumnado... Ah, y el que quiera ir a la universidad que pida un préstamo, como ha dicho con toda la desfachatez del mundo el ministro Wert.
   El concepto de ahorro que se maneja tan lastimosamente es el del borrico con orejeras que solo tiene la visión de la senda por la que camina. Con tal de llegar en diciembre a la cifra de déficit comprometida con Bruselas nos jugamos el futuro con una caída en picado en la atención educativa de nuestra juventud. ¿Son más importantes los gastos de defensa? ¿No sería mejor potenciar la lucha contra los defraudadores fiscales en lugar de amnistiarlos? En Europa se empiezan a alzar voces contrarias a esta política de recortar por recortar, sin otra contrapartida. Y en Extremadura había una Ley de Educación, consensuada y comprometida por los partidos presentes en la Asamblea. Parecía que al fin las rencillas políticas habían dado paso a un gran acuerdo por el interés general de la sociedad y el futuro de la región en un capítulo clave como el educativo. Incumplir ahora flagrantemente esa ley cercenando su viabilidad  y dando la vuelta al clima de consenso de la forma en que se pretende, además de engañar a los ciudadanos  es una puñalada trapera a la democracia, que se ve virtualmente anulada por decreto ley.