jueves, 25 de junio de 2015

Génesis de una ruina



     En mi actividad profesional he conocido familias con una deficiente administración en el hogar; el convencimiento de tener solucionado el sustento y la tentación de poseer cada vez más elementos superfluos que inducía una sociedad consumista, aquella que nos dslumbró con el "estado del bienestar", convirtió la vida de estas familias con capacidad de ahorro en  una absoluta dependencia del crédito. Coches de alta cilindrada, costosos viajes… para eso estaban los préstamos y las tarjetas. Pero como en el cuento de la cigarra y la hormiga, nadie se acordó de la llegada del invierno, es decir, las vacas flacas que nos trajo Lehman Brothers. Las cuotas crediticias mermaban cada vez más los devaluados sueldos, en el peor de los casos sustituidos por un subsidio de desempleo. Estos ahogos podían ser paliados momentáneamente por una refinanciación hipotecaria, a costa de estar entrampados para los restos. Hay que ver lo que cuesta cambiar el estilo de vida y las inercias sociales, pues al ver este alivio en las cuotas muchos volvían a las andadas de gastos evitables.

     Pongamos nombre a esta familia: Grecia, paradigma de mala administración, cuyo advenimiento al club de la UE nunca estuvo sustentado en una economía  que permitiera las alegrías de otros socios que habitaban en el mismo rellano de la escalera. Sin embargo, los funcionarios griegos podían prejubilarse en buenas condiciones con 45 años. Ahora ya no puede pagar ni los intereses de lo que debe. El BCE es la entidad bancaria que les financia una y otra vez, hasta que reiterados incumplimientos de pago presagian una morosidad endémica. En el momento de escribir estas líneas parece que hay un principio de acuerdo para que los griegos modifiquen algunas de sus costumbres a cambio de nuevas líneas de crédito, pero la losa de su deuda seguirá siendo cada vez más pesada y sus acreedores, encabezados por BCE y  FMI, no van a renunciar fácilmente a sus intereses.

     Quiero decir con todo esto que lo de Grecia no se ha acabado ni mucho menos, aunque ahora suba la bolsa. Al  presidente Tsipras le va a costar explicar a sus votantes que hay que renunciar a casi todas sus promesas electorales (que realmente comenzaron a desaparecer al mes siguiente de su llegada): no solo no se ha tumbado el programa de rescate internacional, tampoco se va a revertir la senda de austeridad y las reformas pedidas por Europa. El partido gobernante Syriza es una familia venida a menos que tiene en España unos primos hermanos con unos postulados electorales muy parecidos. Creo que la firmeza de las instituciones europeas en el caso griego ha querido ser también un aviso a navegantes para que dirijan sus buques hacia las aguas remansadas de la realidad. Qué bueno sería que todos se hubieran conducido por esa senda intermedia que discurre entre el despilfarro y la austeridad dolorosa. Ahora no habría tantos pobres ni razón para recordar las palabras de Platón: “la pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación de los deseos”.

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