jueves, 12 de noviembre de 2015

Evaluaciones personales



     Las evaluaciones en la empresa privada son cosa conocida desde que comenzaron a surgir a mediados del siglo pasado las aplicaciones de la dirección por objetivos (DPO). Son  clásicos los postulados de los teóricos Douglas Mc Gregor con sus teorías sobre la cualificación del personal con la Psicología como base, que se centraban en rasgos de la personalidad y el comportamiento de los empleados; y Peter Drucker, preocupado por la  la innovación, la productividad y la rentabilidad. Las empresas privadas se dedican a ganar dinero ya sea para los propios empresarios y/o para satisfacer a los accionistas: los  centros organizativos en esa pirámide que va desde la alta dirección hasta el último equipo, está formado por grupos y personas individuales que en última instancia son los responsables de nutrir de beneficios la cuenta de resultados. Conozco el paño, pues he trabajado en una gran empresa privada y he estado al corriente de objetivos corporativos derramados territorialmente hasta llegar a la persona simple y llana, con presupuestos a conseguir mensuales, semanales, diarios y hasta por “ratos”, de cuyo cumplimiento depende la retribución variable y las posibilidades de promoción profesional.

     En la cosa pública, donde también he trabajado (que teóricamente no debería tender a conseguir resultados económicos sino a prestar servicios de calidad a los ciudadanos), por mimetismo con la empresa privada y desde que la economía funciona como un cáncer con metástasis,  se han ido implantando paulatinamente medidas tendentes a lograr equilibrios presupuestarios. Es un hecho que en los últimos tiempos no se ha pensado tanto en el mejoramiento de la calidad de los servicios, sino en el ahorro de costes para converger con los compromisos de déficit pactados en Europa.
     Hablemos de Educación, como paradigma de la actuación pública. Durante esta legislatura se han tomado en España las siguientes medidas: supresión de 30.000 puestos docentes para cuadrar las cuentas; incremento del ratio de alumnos por clase; se ha disparado la precariedad al cubrir solo el 10% de las bajas; ampliación de las horas lectivas del profesorado en detrimento de programas de refuerzo, disminución de la cuantía de las becas y aumento de las tasas académicas. Y ahora, ante la proximidad de las elecciones generales se suscita el debate en un “Libro Blanco de la función docente” sobre la idoneidad de los profesores y la necesidad de evaluar su actuación de cara al éxito académico. No he visto osadía y desfachatez mayor como introducir oportuna y artificialmente esta polémica para encubrir los efectos perniciosos de los recortes. Las empresas privadas solventes son exigentes con su personal, pero facilitan las herramientas y productos necesarios para lograr sus objetivos. A los profesores se pretende evaluarlos externamente para ver quiénes son buenos y quiénes malos, estableciendo así diferencias salariales, como en Finlandia. No voy a entrar al trapo de esos criterios evaluativos porque estamos todavía en un estadio muy primario. Hablemos primero de dignidad, retribución, estabilidad, motivación, reconocimiento social, reforzamiento de autoridad docente… y después, posiblemente, de calidad educativa. Como en Finlandia.


No hay comentarios :

Publicar un comentario