jueves, 3 de diciembre de 2015

Clima



        A principios del siglo pasado fue una gran noticia la invención del automóvil que revolucionaría los esquemas del transporte hasta entonces; igualmente la creciente industrialización,  que proporcionó mayor nivel de vida a las masas trabajadoras, conformando en pocas décadas una sociedad distinta. Nadie podía imaginar que la factura de tales avances se comenzaría a pagar por parte de sus descendientes un siglo y medio después. Como en esas ofertas  “disfrute hoy y pague el año que viene”.
Pues bien, los niveles de dióxido de carbono en la biosfera ya son un tercio superiores a los que presentaban en la época de la Revolución Industrial, y  han comenzado a vencer los plazos del desarrollismo en forma de un deterioro medioambiental que está alcanzando niveles más que preocupantes, y además da la sensación de que todas las acciones que se emprendan para evitarlo llegan demasiado tarde. La tecnología siempre ha adolecido de ser esclava de la inmediatez, y pocas veces se ha pensado en  los efectos a largo plazo. Hasta hace poco se pensaba que reduciendo sustancialmente las emisiones de CO2  se tardaría otro siglo en recuperar los equilibrios perdidos.
Pero ya se da por hecho que el daño es demasiado grande y, como mínimo, hemos de acostumbrarnos a un planeta dos grados más caliente: a algunos esa cifra parecerá no muy significativa, pero tendrá una repercusión enorme sobre el clima, la flora, la fauna, las corrientes marinas, los deshielos árticos, las tormentas, los incendios… No se trata de un alarmismo semejante a la película de Roland Emmerich “The day after tomorrow” porque son procesos al largo plazo, pero el ser humano es ciego cuando los problemas no afectan directamente a la generación presente. La Humanidad siempre ha sido insolidaria con el futuro,  se ha pensado  poco en las consecuencias venideras empleando la máxima de Albert Einstein "no pienso nunca en el futuro porque llega muy pronto".


    Ya solo alcanzamos a minimizar daños. El planeta lleva cuatro décadas siendo consciente del peligro que corre, pero sin ponerse de acuerdo en los antídotos, desdeñando lo renovable y sostenible. El protocolo de Kyoto fue tardío e incompleto, y también fracasó la cumbre de la Tierra de Río de Janeiro en el 92. Por norma los países más industrializados y otros gigantes como China han incumplido sus compromisos de emisión de gases efecto invernadero por el coste económico que conlleva adoptar los protocolos. En la actual cumbre de París parece que se respira un ambiente más optimista en relación al grado de compromiso, si bien muchos seguimos siendo escépticos. En plena época de concienciación, acuérdense del reciente fraude de Volkswagen con millones de coches contaminantes escamoteados a las autoridades.

     Mientras los dirigentes del mundo se ponen de acuerdo, ¿qué podemos hacer individualmente? ¿ir en bicicleta en lugar de en coche? Es una opción testimonial. Ante la irreversibilidad del deterioro, otra sería respetar y disfrutar en lo posible de lo que queda de un mundo que nuestros tataranietos conocerán de otra manera. Yo ya lo hago.
    

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