jueves, 29 de octubre de 2015

Estoy malo, voy al súper



      Nadie duda que la llamada globalización ha supuesto beneficios en lo que respecta a la apertura de los mercados potenciando el libre comercio. Fenómenos como las fusiones entre empresas, eclosión de mayor número de multinacionales, privatizaciones y eliminación de empresas públicas han posibilitado, en general, una mayor eficiencia en los cacareados mercados, que han aumentado su competencia y han arrinconado los monopolios hasta límites nunca vistos. Cabría preguntarse si esta imparable tendencia, en principio beneficiosa para las cifras “macro” tendría que incorporar también algunos límites en lo referente a aspectos más específicos, como por ejemplo la salud de las personas. Eso que ha dado en llamarse “líneas rojas”.
     La comisión de la competencia (CNMC) propone que los medicamentos no sometidos a prescripción facultativa puedan ser dispensados en establecimientos distintos a las farmacias, tales como supermercados, gasolineras o por Internet. Con esta desregulación pronto veremos Ibuprofeno de 400 mg. junto a las pilas alcalinas en un bazar chino, y no tardarían en aparecer falsificaciones más baratas. Con la salud no debería jugarse. Pero es que, paralelamente, también propone eliminar el requisito de que solo farmacéuticos titulados y colegiados puedan regentar y ser titulares de una farmacia, dejando espacio para que cualquier avispado emprendedor sin la titulación requerida potencie la faceta de negocio (que evidentemente lo es) en detrimento de la función social de preservación de la salud. Dejemos esto aquí de momento, porque también los enfermeros reivindican –es una vieja aspiración- poder prescribir medicamentos aduciendo una agilización del sistema de salud. Con todos mis respetos para el gremio enfermero, sin dudar de su profesionalidad y admitiendo que en algunos aspectos podrían intervenir con garantías en esto de las recetas, la misma debe conllevar una valoración y un diagnóstico con protocolos que solo un médico acreditado con su título deben llevar a cabo. Un médico necesita once años de formación por tres o cuatro de un enfermero y alguna diferencia debe haber. Y esto no quiere decir que alguien sin ser maestro pueda enseñar muy bien a los niños. Para eso están las leyes.

     La tendencia es esta y no hay quien la pare. La globalización ha saltado y triunfado por encima de los agravios, porque los bancos venden cacerolas en detrimento de los bazares y puedes comprar un jamón por Amazón en perjuicio de las charcuterías. Hace años los corredores de comercio fueron equiparados a los notarios fijándose en la coincidencia de que en ambos casos era necesaria una firma sobre un documento. Y en cuanto a la formación profesional, se otorga un título a quien acredita tres años de experiencia sin haberlo obtenido estudiando, en detrimento de los que permanecen cinco en las aulas. Hay promesas electorales de refundir todos los contratos laborales en uno solo, sin fijarse en los perjuicios que ello conllevaría para muchos trabajadores y circunstancias particulares. Es la tendencia cretina de “los mercados” a meter todo en el mismo saco ya hablemos de educación, de trabajo, de formación o de salud.

jueves, 22 de octubre de 2015

Varón Dandy



      Luis Garcés Mantiña, de quien dicen inventó el peinado a raya durante la Guerra Civil para diferenciar a los fascistas de los rojos en las fiestas, lanzó en 1943 su revolucionario after shave “Varón Dandy”, loción que todavía alcancé a utilizar en mis primeros estadios semi-imberbes. Era el regalo que se recibía cuando aún se celebraba el santo o en los Reyes Magos, como heredero frustrante de aquellos gozosos juguetes que desenvolvíamos no muchos años atrás.
Entonces  no se habían desarrollado esas investigaciones modernas que dicen que el olor del sudor masculino estimula a las mujeres. El frasco de Varón Dandy, que neutralizaba sádicamente los aromas autóctonos, formó parte durante algunos años de la escasa impedimenta de aseo personal que me acompañaba en mis desplazamientos y descansó en la taquilla del ejército, en unión de un peine de carey, el cepillo de dientes y un tubo siempre a medias de Profidén.
     He recordado aquella gloriosa época de verdadero ascetismo cosmético hoy al entrar en mi cuarto de baño y contemplar abatido la invasión de frascos y botes de todo tipo y tamaño que avanzan sin freno por todos los recovecos imaginables. He sentido un vértigo extraño y me han entrado ganas de salir corriendo.
Como dijo Napoleón, las batallas contra las mujeres son las únicas que se ganan huyendo, porque ls aledaños de la bañera, las repisas y soportes varios han sido colonizados sin piedad,  como plaga de camalote,  por un ejército de geles con olor a coco, aloe vera o plátano; lacas para rizados, acondicionadores de belleza con keratina, desodorantes, espumas moldeadoras, cremas reafirmantes para cara, manos o pies con fórmulas anti-edad y omega 6, jabón para zonas íntimas, regeneradores de piel (de las que debió usar en su día Carlos Floriano),  lociones bucales, cepillos de dientes eléctricos y todo tipo de champús contra la caída, para cabellos secos, grasos, con fuerza-brillo… ¿qué sería de aquellas cápsulas romboidales para un solo uso de champú Sindo al huevo? Cada vez más echo en falta la austeridad espartana de los antiguos cuartos de baño, los de la piedra pómez y  la tapa de madera en el WC, donde se tiraba de la cadena de verdad y que, en el mejor de los casos, disponía de un rollo de papel higiénico del elefante (otras veces eran trozos del ABC cuidadosamente cortados y dispuestos en un pincho de alambre), que hacía sentir la reciedumbre de unos tiempos ásperos donde eran inimaginables todos estos melindres cosméticos. En aquellos excusados, desprovistos por completo de esta parafernalia de ungüentos y potingues, uno se desenvolvía mejor y había hasta eco.
     El Varón Dandy no tenía subtítulo. No era un “agua de colonia fresca con notas críticas ligeramente florales y células nativas vegetales que acentúan la sensación de frescura de tu piel”,  ni otros remilgos mojigatos de las modernas “eaus de toilette”. Parece que lo estoy oliendo. Era el perfume bizarro de una época intrépida y fenecida donde los palillos de dientes no llevaban preservativo.


jueves, 15 de octubre de 2015

Patria

  

   Etimológicamente el término “patria” deriva del latín “patris” o tierra paterna. Por extensión suele designar la tierra natal y también adoptiva a la que los individuos se sienten vinculados afectivamente por diversos motivos: históricos, culturales,
tradiciones, idioma común, etc. El origen de este concepto de patria hay que buscarlo en la Edad Media, pero sin designar todavía al Estado, pues el sentimiento nacional nace posteriormente. En Occidente será la Iglesia el vínculo de los territorios diocesanos con los obispos como “pater patriae”. Las cruzadas afianzan el sentimiento patriótico religioso y morir por Dios, por la patria (pro patria mori) se convierte en un honor que más tarde heredarán las naciones, como Francia, donde Juana de Arco encarna este sentimiento popular. Después de este origen religioso, el patriotismo se afianzará en contra de la Iglesia, debido a los abusos de Roma y las imposiciones que pretende en los territorios, sería el caso de Inglaterra.
     Este concepto, independientemente de su origen ha ido atesorando a lo largo del tiempo una serie de connotaciones ideológicas y políticas que lo hacen  difícil de interpretar desde un solo  punto  de vista. El cáncer moderno del concepto de patria es su uso propagandístico generalizado. La idea de patria, cuando no existe una marcada sensibilidad social hacia ella, es muy fácil de establecer y reforzar mediante el adoctrinamiento, la educación e incluso las leyes. Los que ya tenemos cierta edad estudiábamos en el colegio una asignatura que se llamaba sin ambages Formación del Espíritu Nacional donde se ensalzaban las glorias imperiales y los símbolos patrióticos.
Esto es muy típico sobre todo en las dictaduras.
     A mi modo de ver el ideal de patria sería aquel que consigue compatibilizar sin conflicto los sentimientos de pertenencia a ámbitos sociales, culturales o territoriales de manera natural, porque puede perfectamente haber patrias dentro de otras. Uno puede sentirse muy identificado con su lugar de nacimiento o patria chica, pero también con su región y con su país, reforzando cualquiera de ellas sin ruptura emocional con las otras. Ahora bien, esa naturalidad se termina en el momento en que en un territorio se instaura una norma que, por ejemplo, sanciona a los establecimientos que ponen un rótulo en castellano, aunque sea este el idioma oficial del Estado, convirtiendo la lengua en elemento de discriminación y segregación. O cuando desde el poder se lanzan proclamas del tipo “España nos roba”. La patria se convierte entonces en un pretexto; un  concepto basado en el enfrentamiento y en la exclusión de todo lo que  se considera ajeno para fortalecer lo identitario con fines espurios o meramente economicistas.
Estaríamos ya ante una especie de dictadura ideológica que cala muy bien en las masas y las hace fáciles de de sacar a la calle, porque siempre se persuade mejor con sentimientos que con razones, cosa típica de los caudillos como se vio en la Alemania nazi. Estas son ya  las patrias enrocadas con intereses que empequeñecen su significado, precisamente las que también generan el racismo y la xenofobia.

viernes, 9 de octubre de 2015

Premios extremeños



  La decepción que nos dejó la eliminación en la carrera para la capitalidad cultural europea 2016 ha derivado en regusto con el galardón de capital española de la gstronomía para Cáceres en el  2015. Dado el ímpetu que en los últimos tiempos ha ido adquiriendo el turismo gastronómico, me atrevo a asegurar que los beneficios de esta designación superarán al hipotético impacto que pudiera haber tenido el asunto cultural: la cocina está de moda, no hay más que ver la televisión; y la hostelería hoy día es una fuerza centrífuga que irradia provechos varios a diversos sectores.

     ¿Y qué decir de los “rincones”? Por segundo año consecutivo la guía Repsol,  con dos millones de internautas, distingue a un lugar extremeño. En 2014, el puente de Alcántara; este año ha sido el enclave malpartideño de Los Barruecos el elegido mejor rincón nacional. Evidentemente, estamos ante una carta de presentación envidiable, como ya atestiguan en Alcántara, con un incremento de visitas del 50%. Pero es que, además del patrimonio histórico o natural, nuestro rico folklore nos sitúa en otra ventajosa posición de salida, con varias fiestas de interés nacional. Ahí tenemos a los arroyanos, que  han conseguido que el Día de la Luz obtenga el título de mejor fiesta española en un concurso televisivo.
Y ya en el paroxismo de los galardones nacionales, un asunto tan poco festivo como la muerte ha sido la causa de que también Extremadura ocupe el primer lugar del ranking: Montánchez tiene el mejor cementerio español en un concurso patrocinado por la revista “Adiós”, en el que se han recibido votos favorables hasta de Hong-Kong. 
   A la vista de todos estos éxitos se me ocurren algunas reflexiones. Ninguno de estos premios debe hacernos olvidar que en otros parámetros, precisamente los que afectan a más gente y a nuestro bienestar, somos los últimos: desempleo, índices de pobreza y renta per cápita. Es verdad, al parecer, que hemos aprendido a organizarnos para defender lo propio y es admirable ver a todos esos voluntarios movilizados en defensa de los intereses de su comarca. También es evidente que dominamos las nuevas tecnologías y las redes sociales, vehículo de  esos concursos. Hemos sido afortunados en heredar un rico patrimonio con vestigios históricos, unas tradiciones y un folklore, que además se han sabido conservar.
Está muy bien rentabilizar el legado de nuestros antepasados, lo que pasa es que eso tal vez no sea suficiente para salir del furgón de cola. Los euros de los turistas no solucionan nuestros problemas endémicos.   Es preciso y perentorio crear estructuras que no estaban y partir también de lo nuevo para crecer. Esos flujos de movilización tenemos que aprender a usarlos para defender lo que todavía no existe. Innovar, emprender, explorar, transformar… esto nunca se nos ha dado bien y es precisamente lo que exige el mundo globalizado. Hacen falta otros premios, como el “ingeniero del año” otorgado al cacereño Cayetano Carbajo, pero, a ser posible, que no trabaje en Múnich sino en Extremadura.

jueves, 1 de octubre de 2015

La ruta del contrabando




     Bastantes años después de la posguerra española todavía existía contrabando en la frontera hispano-lusa, presente desde tiempo inmemorial. Las dificultades económicas derivadas de una agricultura improductiva empujaban a gente humilde a esta actividad, organizados a veces en cuadrillas que al amparo de la noche cruzaban la frontera con sus cargamentos. Fue un modo de vida admitido tácitamente a ambos lados de la Raya y existieron muchas rutas y pasos, algunas de ellas montañosas situadas en el confín noroeste extremeño, que hemos experimentado el pasado domingo.

    Para llegar allí primero hay que atravesar el paisaje lunar que supone la zona arrasada por el fuego hace tan solo unas semanas: esqueletos de pinos y robles calcinados sobre un suelo pelado y negro en una extensión enorme que introduce en el horizonte una tonalidad tenebrista en los matices nacientes del otoño. Pero el verde intenso irrumpe con fuerza subiendo a Valverde del Fresno, arropado por un impresionante y tupido monte de castaños que dan relevo a pinos y robles sobre un mar de helechos. La sucesión de estas dos visiones contrapuestas son un verdadero tránsito de la muerte a la vida, las dos caras de la sierra que reafirman la magnitud de la barbarie incendiaria y que me hace sentir huérfano de alguna manera. Todos somos Sierra de Gata. Las crestas erizadas de la sierra guardan celosamente el ancestral idioma de a fala en el Val de Xálima. Al este la fortaleza templaria de Trevejo; hacia poniente, la continuación portuguesa de Serra da Malcata. Estamos llegando a  nuestro objetivo de recorrer a pie una de las rutas tradicionales usadas en el contrabando de la Raya, aquel arraigado modo ilegal de vida que pervivió  hasta languidecer a finales del siglo XX con la eliminación de las fronteras de la Unión Europea.

     Situados en la pequeña localidad lusa de Foios, con los aromas montaraces de una mañana espléndida, subimos animosamente un grupo de setenta caminantes como modernos y despreocupados mochileros, emulando el trayecto que otrora realizaran asiduamente aquellos contrabandistas de café o tabaco. La Asociación Deportiva de Montaña Xálima (Ademoxa), de Moraleja, con sus entusiastas componentes, organizaba esta agradable jornada senderista en los confines septentrionales y fronterizos de Extremadura. Siempre me ha cautivado la sensación de transitar por los caminos que antes pisaron lejanos antepasados, ya fueran bandidos, buhoneros o aquellos románticos viajeros de la Ilustración. Cruzamos la frontera española para bajar a la salmantina Navasfrías, feliz topónimo que define a la perfección sus siempre verdes praderas. Las imponentes sombras de los robledales nos escoltan a ambos lados de la senda que va abriendo camino en dirección de nuevo a la divisoria portuguesa rebasando la inexistente raya. Las piernas empiezan a pesar, presagiando esas molestas pero saludables agujetas del día después, pero pacientemente nos plantamos en el final de la etapa: Aldeia do Bispo. Hoy hemos traficado con ejercicio, convivencia y concordia. Y emocionalmente hemos rendido tributo al recuerdo de aquellos contrabandistas humildes obligados por la miseria a transgredir las leyes internacionales del comercio.