jueves, 3 de marzo de 2016

Terrorismo ecológico



   He estado a punto de titular este artículo “almejas asiáticas” para garantizar un gran número de visitas en las redes, pero finalmente he desistido para no ser tachado de depravado. En realidad se trata de la cirbicula fluminea, un molusco bivalvo invasivo que ya está dando problemas en la cuenca del Guadiana. Como sigamos así, pronto cogeremos coquinas en el Tamuja.


     Quienes fuimos educados en el respeto y el disfrute del medio natural como un legado puro e inalterado que nos correspondía proteger, observamos con impotencia las barrabasadas cometidas en los últimos tiempos en nuestros ecosistemas con la introducción –intencionada o negligente- de especies exóticas que suponen una peligrosa regresión de las poblaciones autóctonas, como si la globalización de las variedades naturales fuera también aquí un fenómeno imparable fruto de nuestro tiempo. A mi memoria vienen ahora aquellas apacibles tardes de pesca donde bogas y pardillas llenaban de gozo  el ánimo infantil, antes de que esta nueva bazofia de percasoles, peces gatos o siluros esquilmaran los atávicos caladeros naturales de nuestros ríos, como si el Tajo fuera ya un afluente del Danubio. ¿Qué fue de aquellos oscuros cangrejos de río autóctonos? Sucumbieron ante el empuje imparable de la advenediza especie americana convirtiendo nuestras riveras fluviales en insignificantes sucursales del Orinoco. Y el Guadiana desaparece por momentos engullido por la invasión asfixiante del camalote configurando otro penoso y desubicado simulacro amazónico.


     Nuestras mascotas de niños no pasaban de gusanos de seda en una caja de zapatos o, como mucho, uno de aquellos patitos del mercadillo. Hoy se ha producido también una invasión de melindres y estúpidos remilgos hacia nuestros hijos que inducen a comprarles un mapache, una tortuga de Florida o una cotorra argentina, que en muchos casos serán liberados en el medio natural cuando el nene se canse y se encapriche con un coatí u una serpiente de maíz para fardar ante sus amiguitos.
Los cormoranes acechan a las tencas de las charcas como arenques de los fiordos noruegos y ya se ven poblaciones de visones americanos en la sierra de Gredos y en las Villuercas, procedentes de fugas de granjas peleteras; se teme la llegada próxima de otras especies que ya causan estragos en comunidades limítrofes, como el mejillón tigre, letal para los sistemas de riegos. Mientras tanto, el que tenga un burro sin microchip ya se puede ir preparando ante el Seprona. ¿En qué estamos convirtiendo  nuestra ancestral biodiversidad,  aquella de la que Extremadura siempre se sintió orgullosa por su pureza?
Pues en un degradado arca de Noé cutre con descartes de zoológico y desechos de granja, en el acuario abandonado y maloliente donde los peces exóticos imponen sus nuevas primacías, en un ecosistema híbrido y adulterado donde Linneo y Darwin se enredarían pasmados entre sus propias teorías evolutivas y clasificatorias.Veo poco a los ecologistas aparecer en estos asuntos,  últimamente solo “salen” en los juzgados con papeles en la mano añorando como un paraíso perdido los ralos eucaliptos de la isla de Valdecañas.

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