jueves, 8 de septiembre de 2016

Perseverar



       La victoria pertenece siempre al más perseverante, decía Napoleón Bonaparte. Mariano Rajoy, tras su segundo fracaso en su investidura para formar gobierno viene manifestando reiteradamente cuando se le inquiere ¿y ahora qué?: “pues ahora toca perseverar en el intento”. Puede que mantenerse firme y constante pueda ser identificado con la  perseverancia, pero las cosas no son tan simples. Cuando esa perseverancia se va convirtiendo en tozudez, cuando no se cambia ninguna premisa del argumentario ni se deja espacio para un atisbo de que las cosas se pueden hacer de otra manera, se está más cerca de la obstinación, y eso ya deja de ser virtud.
La perseverancia en un acuerdo implica otras cosas. Si parecía que Albert Rivera había conseguido modificar –a regañadientes- algunas actuaciones del PP, todo ha vuelto a su ser con la designación del ex ministro Soria para el Banco Mundial (finalmente fallida por el clamor dentro y fuera del PP), como ese zapato que vuelve a hacer daño cuando se le retira la horma. Esto también es perseverancia en el error. Nadie puede negar que ha sido precisamente Rivera el que más se ha movido para llegar a acuerdos con fuerzas antagónicas con el menor menoscabo posible de sus principios. Pero esta falta de perseverancia al no alinearse con una opción inamovible y buscar puntos de encuentro, poco frecuente en el panorama político al uso,  en España tiene un  nombre y un estigma: ser tachado de chaquetero.


   Pedro Sánchez también persevera, en  su “no” rotundo. En este caso su liderazgo aparece más comprometido que el de Rajoy, tiene que mirar a más sitios dentro del partido; pero las principales ataduras que sufre le impelen a seguir impertérrito en su negativa si el escenario es el mismo en el que persevera Rajoy. Con 170 escaños atados en el pacto PP-Ciudadanos, finalmente hubo 85 “guapos” que impidieron que ese gobierno saliera a flote. Perseverancia. Los nuevos partidos perseveran en su veto recíproco si tanto Podemos como Ciudadanos osan formar parte de una alternativa diferente (o incluso en la misma). Los partidos soberanistas hacen de su perseverancia en la celebración de un referéndum para la secesión su principal razón de ser, lo cual impide también que (como sucedió en muchas legislaturas de la democracia)  puedan favorecer con su concurso el advenimiento de alguna alternativa viable que pueda alcanzar votos suficientes en el Congreso.


   Nos estamos cansando de tanta perseverancia, ya despojada por completo de sus atributos virtuosos y convertida en simple empecinamiento. Con este panorama las virtudes se convierten en vicios y las expresiones sublimes se vacían de contenido: sentido de estado, altura de miras…, porque las buenas intenciones sucumben ante la terquedad y la intransigencia. ¿Cuál va a ser el final de todo esto? Me da la impresión de que esta variedad perniciosa de perseverancia se empezará a resquebrajar desde dentro de los partidos, donde ya hay voces difíciles de acallar. Las posturas maximalistas y monolíticas emanadas de la rigidez de los comités federales deben dejar paso a debates más ágiles y realistas, y rescatar sin estúpidos reparos aquella bella postura de la Transición, hoy tan arrinconada: ceder con dignidad. 

2 comentarios :

  1. Son muy perseverantes. En el error. Y ¿ceder con dignidad? Para hacerlo hay que tener dignidad. Y de ésta, cada vez tienen menos. Algunos desconocen qué es.

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  2. Por tu tono veo que somos muchos los que nos estamos hastiando de nuestros "representantes". A lo mejor la Constitución fue demasiado laxa en este apartado de elegir gobierno, dejando al Jefe del Estado con un mero paèl decorativo. De otra manera ya habría gobierno.

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