Durante años albergué la convicción de que la época que vivimos era
inédita en el sentido de que nuestra generación estaba asistiendo a cambios
sustanciales en el concepto del mundo que nunca antes se habían producido con
la misma celeridad, debido sobre todo al avance tecnológico.
Hoy, yo mismo más
viejo, considero que quizás toda etapa de la Edad Moderna ha experimentado
modificaciones de peso en sus equilibrios, llevadas a cabo bien violentamente
–demasiadas veces- o de forma pacífica. La necesidad de refundar conceptos y estructuras
de pensamiento nace de esa evolución constante que van marcando los
acontecimientos, desde el descubrimiento de América hasta el uso de Internet;
desde el mayo del 68 hasta el “brexit”; desde el levantamiento del muro de
Berlín hasta la caída de las Torres Gemelas.
Por tanto, hemos de acostumbrarnos al uso de
ese término de refundación y despojarlo de cualquier atributo de
excepcionalidad, porque implica sencillamente una adaptación a la realidad
cambiante y puede perfectamente aplicarse a nuestras propias ideas. Pero a
menudo lo que debería ser una transición natural se tiende a postergar al
máximo con estructuras viejas que entran en conflicto y en contradicción con
esa misma realidad que justifica los cambios, y se crean tensiones. Se habla ahora mucho de refundar Europa.
Claro. Los atentados terroristas, el fiasco de de los refugiados, la tensión
con Rusia, el crecimiento de la extrema derecha, la crisis económica con subida
del paro y estancamiento productivo que primero amagó con la ruptura con Grecia y ha acabado con la
salida de Reino Unido… hay una nueva realidad europea que requiere ser
afrontada de otra manera, tal vez incrementando la integración de sus
sociedades y no solo de sus estados. Las instituciones se están quedando
anquilosadas y obsoletas para este menester.
Y llegamos a España. Buf. Aquí sí que hay
que refundar. Lo esbozaré en forma interrogativa. ¿Puede la Constitución de
1978 seguir regulando sin fricciones una sociedad que ha evolucionado
sustancialmente en los últimos 40 años? Quizás sea exagerado hablar de
refundación legislativa, pero la reforma es inaplazable ¿Puede regenerarse así,
por las buenas, un partido político implicado en cientos de casos de corrupción,
lacra que nace de su propio ADN? ¿Puede aspirar a algo otro partido a la deriva
con cien años de historia (suficientes para refundarse varias veces) donde la
mitad de sus cargos electos y votantes piensa de manera distinta que la otra
mitad en cuanto a cuáles deben ser sus objetivos y alianzas? En fin, ¿y puede
otra formación (o amalgama de siglas) dividirse entre quienes quieren dar miedo
y quienes quieren “seducir”? La situación de bloqueo tiene una causa: todos están
desnortados y harían falta refundaciones múltiples, a las que se resisten. O
reinvenciones, si quieren. Ahora bien:
no se puede refundar nada con los valores, las estrategias y los actores
anteriores: los que fracasaron, los que propiciaron el conflicto, los que
metieron la pata o la mano, o los que miraron para otro lado. Refundar se conjuga
con dimitir. Con todo y con eso, si las urnas no vuelven a aclarar el panorama
nacional, puede que hubiera que refundar la democracia. Y eso ya es harina de
otro costal.