miércoles, 19 de abril de 2017

Legión y folklore



     La recién concluida Semana Santa, además de records turísticos en los establecimientos hoteleros y de restauración en todo el territorio nacional, ha producido también otros fenómenos. Por ejemplo, la importación de la psicosis terrorista puesta de manifiesto en varias estampidas en plena “Madrugá”, que podría interpretarse como una victoria de las intenciones del yihadismo al conseguir instaurar en la sociedad occidental ese estado de desasosiego e inseguridad que beneficia a sus propósitos desestabilizadores. Tras las bombas de Dortmund, ya el fútbol y las procesiones han quedado inmersas en los circuitos de desconfianza y sospecha, aunque sus impulsores no pasen de ser lobeznos solitarios o simples sinvergüenzas que encuentran divertido el pánico.
     Pero quería referirme a otro flash de la Semana Santa, como es el de los legionarios en Málaga cantando el “novio de la muerte” a los niños con cáncer del materno infantil. No voy a caer en la crítica tuitera fácil que se detiene en el insulto como único argumento, ese que solo necesita ciento cuarenta caracteres. Me gustaría ir un poco más allá de un anecdótico recital hospitalario tal vez desafortunado. Pronto hará cuatro décadas que vestí el uniforme militar como soldado de reemplazo, igual que miles de conciudadanos. Durante mi estancia en Ceuta varias veces subí al acuartelamiento de García Aldave para presenciar los actos del “sábado legionario” en el Tercio. Allí, en el ámbito castrense, junto al monumento a los caídos en combate y con el eco de las montañas marroquíes, es donde los himnos adquieren su dimensión prístina. Y esto sacado de su contexto para ser exhibido como atracción se reviste con una aureola de artificialidad y folklore que rechina, al menos a quienes hemos experimentado la mística militar y  sentido cosas por dentro.
     La Legión lleva  mucho tiempo reciclándose en una fuerza militar de élite, profesionalizada y moderna, lejos de aquellos Tercios creados por Millán Astray compuestos en parte por marginados sociales que encontraban en el honor y la disciplina lo que no les dio su vida anterior. Algunos postulados del “credo legionario” tienen ya muy poca vigencia y ese concepto de la muerte con ciertos tintes integristas no cabe en la sociedad actual.  La participación de La Legión en misiones internacionales de paz es buena prueba de esa adaptación a nuevos tiempos. Sin embargo, no sé si consciente o inconscientemente, los mandos militares siguen tratando a este cuerpo como un espectáculo de cara a la galería, una atracción de feria para satisfacer posiblemente a ese cliché del imaginario colectivo que sigue evocando aquella Legión de pelo en pecho, del carnero y del “novio de la muerte”, para regocijo de apátridas y separatistas que se nutren con lo casposo como poderoso argumento, y fuente de sketchs para los Morancos. 
     Ejército y folklore no pegan bien. Los asturianos consiguieron que el “Asturias patria querida” dejara de estar en el repertorio de los borrachos para convertirse en su himno nacional. A mí me parece que los sones del “novio de la muerte”, de los que se abusa hasta desafinar, deben recuperar su atributo identitario regresando a los cuarteles y abandonar farándulas callejeras, hospitales y otros shows, pues con ello no se desdibuja el peculiar estilo legionario, sino que, contrariamente, se lo preserva de la mofa y el descrédito.

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