miércoles, 17 de mayo de 2017

Exceso de celo



     Esta figura, en cualquiera de sus manifestaciones y como toda desproporción,  constituye un fenómeno nocivo para quienes lo sufren, frecuentemente los ciudadanos por actuaciones administrativas. Suelen ponerse como ejemplo algunas decisiones judiciales en  las que el Código Penal es interpretado sin resquicio alguno de flexibilidad, con una visible disonancia entre delito cometido y pena impuesta. Quizás sea en el ámbito sancionador donde más se habla de exceso de celo por su repercusión recaudatoria, como la de aquellos policías municipales apostados estratégicamente que multaban por sistema a los conductores que giraban la cabeza para mirar el radar, aduciendo “distracción”. La Real Academia  lo define como “acción de sobrepasar los límites que se consideran razonables”. En esencia este fenómeno se produce al pretender cumplir a rajatabla los reglamentos y la normativa, y en algunos casos incluso es preferible al otro extremo, donde podemos situar la dejadez de funciones, la incuria y la indiferencia. Creo que no debe ser tan difícil encontrar ese término medio que posibilita al ciudadano percibir que se actúa a un tiempo con rectitud y sensatez.
     Pues este amplio preámbulo viene a cuento, nuevamente, de dos procesos selectivos que han tenido lugar recientemente en Extremadura. Para optar a un puesto de Atención Continuada del SES, solo 4 de los 1374 aspirantes han logrado aprobar. Y en la Policía Local de Cáceres, ninguno de los mandos que optaban a un puesto de inspector han superado la prueba psicotécnica a pesar de llevar años de responsabilidad y desempeño (uno de ellos es psicólogo, para agrandar el chascarrillo). Mucho parece que los tribunales de oposiciones y los organismos encargados de diseñar procesos selectivos siguen sin dar con el quid de la cuestión, después de los antecedentes problemáticos que se han dado en los últimos años y a los que igualmente me referí hace meses en una anterior columna. Casi se podría hablar de una endémica incompetencia selectiva.
     Si este exceso de celo a la hora de seleccionar llega hasta el punto de quedarse sin aspirantes aptos a pesar de haber cientos o miles presentados, da la impresión de que se trata de evitar el coladero o el amiguismo que han mancillado tradicionalmente a las oposiciones como sistema de acceso; pero nos hemos escorado hacia el otro extremo, como un balancín incapaz de recalar en el punto medio. Fallan los contrapesos. No puede ser que se impugnen exámenes tardando años en volver a celebrarse por intervenir la justicia. Es inconcebible que existan por ahí asambleas de afectados y plataformas en redes sociales de tal o cual oposición, lo que denota cómo se han hecho las cosas. Pero también será grotesco repetir una prueba “por falta de aprobados”, con la que está cayendo, y poniendo en tela de juicio la cualificación profesional de quienes ya trabajan en el servicio al que optan. Esto no es un concurso literario donde puedan quedar desiertos los premios por mala calidad de los trabajos presentados. ¿O sí? Visto lo visto, el sistema que nunca ha fallado es el de los médicos MIR: igualdad, mérito, capacidad, temario y programa, organización minuciosa por especialistas, sistema de selección conocido, normativa clara para impugnar preguntas y diseño de adjudicación de plazas sin resquicio de duda. Conviene tomar nota.

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