Hay un viejo dicho castellano –algo
malsonante- que ya usaba profusamente D. Diego Torres Villarroel allá por siglo
XVIII: “peer en botija para que retumbe”, aplicado a quienes no quieren ser
menos. El Complejo Cultural Santa Ana de
Almendralejo, adscrito a la universidad
extremeña, ha sido el primero en solicitar formalmente para la capital de
Tierra de Barros los estudios de periodismo con documentados informes y un
avanzado proyecto que incluye la financiación. A renglón seguido de esta
iniciativa, la Universidad se ha pronunciado manifestando que “desde hace
tiempo” está proyectado implantar este grado en la ciudad de Badajoz. Poco después
Plasencia también se ha postulado para albergar estos estudios, y finalmente
Cáceres, aduciendo su tradición académica en carreras de Letras y Humanidades; es
verdad que la Asociación de la Prensa ya pidió este grado para el campus
cacereño hace años. Este cúmulo de
ofrecimientos me ha hecho recordar con cierta nostalgia las revueltas
callejeras acaecidas hace 45 años para dirimir qué ciudad se llevaba a su seno
la anunciada Universidad Hispanoamericana de Extremadura, teniéndose que
adoptar al final la literalmente salomónica decisión de dividir la misma en dos
semidistritos provinciales, solución lógica que ya debió contemplarse en el
proyecto de Ley.
Pero con independencia de la ubicación
física elegida finalmente para esta carrera, cabría preguntarse si no nos
estará afectando el síndrome de “el último de la fila”; es decir, el terror a
aparecer como la única comunidad autónoma que no dispone de estos estudios en
su territorio (cosa que de momento no sucede: ni Asturias ni La Rioja los imparten),
lo cual nos impulse también a querer “peer en botija”. Al parecer son unas
decenas de estudiantes extremeños los que deben salir a otra universidad para
cursar periodismo -como Ingeniería de Caminos u Odontología, por ejemplo, la
oferta nunca puede ser completa-. Incluso es posible que ciertas comarcas al
norte del Tajo o estudiantes con buen expediente prefieran la solvencia y
prestigio de la Complutense o la Pontificia de Salamanca antes que un nuevo
centro en Badajoz (pues está cantado que sería allí, que es donde más retumba
la botija). Es probable que la demanda aumentara al disponer del grado en la
región.
En todo caso, esos informes de viabilidad que dicen que existen
deberían ser públicos para que el debate no quedara circunscrito al ámbito
académico y sus intereses: la sociedad (y muy especialmente los profesionales
del gremio informativo) tendría que opinar y poner de manifiesto las
necesidades reales. Finalmente, no me quería meter mucho en la salida laboral
actual de los graduados en periodismo y las condiciones profesionales/económicas
que deben soportar quienes salen de estas facultades en bastantes casos: abuso
de becarios, precariedad laboral, subempleo y hasta autocensura por miedo a
perder el trabajo ante presiones. Como extremeños nos alegrará que haya un
nuevo campo para la formación de nuestros jóvenes en el mundo de la información,
pero no tanto que esto sea otra nueva franquicia de paro y precariedad; si existen
nuevos enfoques vanguardistas en un periodismo adaptado a las nuevas
tecnologías digitales y tratamientos de la información que posibilite especialidades
de mayor inserción en contraposición a la visión más clásica, debería buscarse
denodadamente en el nuevo grado. Todo menos lo de la botija.