miércoles, 14 de febrero de 2018

Conciencia de especie



     Hoy me he levantado algo transcendente. Como en una fábula platoniana mis pensamientos esta noche (a resultas seguramente de unas recientes lecturas en National Geographic) han  percibido varios niveles de realidad que coexisten bajo el techo de nuestras percepciones. De hecho, mis columnas suelen madurar  en esos vahídos confusos del duermevela. Pues bien, en el nivel con más proximidad a esas realidades estarían aquellos asuntos que nos atañen muy directamente: tenemos que pasar la ITV del coche o ha bajado un 4% nuestro fondo de inversión. Hay otro nivel de realidad que aparentemente no afecta tanto a nuestro día a día, pero que absorbe gran cantidad de atención: a ver qué dice hoy Puigdemont, o Ciudadanos se está comiendo al PP. Y finalmente hay asuntos que están ahí, seguro que más transcendentes, pero que podríamos ignorar perfectamente –de hecho mucha gente los ignora- porque  en apariencia sus efectos son tan diferidos que ni siquiera afectarían de forma grave a nuestra generación: la superpoblación del planeta con su crisis alimentaria  o el agrandamiento del agujero en la capa de ozono.
     Pero el futuro no es más que una concatenación de presentes y es a este último nivel al que quería hoy referirme porque, como ya dijo Albert Einstein, no pensamos habitualmente en ese futuro, tal vez porque llega muy pronto. Hace años leí un ensayo de paleoantropología  escrito por Eduald Carbonell bajo el título de “El nacimiento de una nueva conciencia”, donde en forma de prospectiva sobre la evolución humana venía a vaticinar el colapso del Homo sapiens y la desaparición de más de la mitad de sus individuos durante este mismo siglo si no se alcanza “una auténtica conciencia de especie”. Hoy me sigo estremeciendo ante este augurio, porque si somos incapaces de tener una conciencia grupal uniforme, si cuesta trabajo ponerse de acuerdo dentro de un país o entre naciones diferentes, imagínense la tarea que supone tener un criterio único dentro de la especie humana. El director de Atapuerca indicaba en su libro que “es muy posible que la crisis ecológica, la distribución desigual de los recursos y otros factores, propicien un cuello de botella en la especie en el caso de que el ser humano no reflexione y decida cambiar la tendencia actual”. Ni que decir tiene que esa tendencia nos llevaría hacia la autodestrucción. Y entonces todavía no estaba Trump, y el norcoreano estaba calladito.
   De nada sirve que los sistemas políticos tachen de pesimistas a los científicos. Se señala la superpoblación como causa de ese colapso humano. Con 10.000 millones de terrícolas se harán patentes las carencias energéticas y alimentarias, que multiplicarán las enfermedades y patologías que ya existen hoy. No es ciencia-ficción: el casquete del Ártico se descongelará por completo en pocos años. Si la mentalización de Occidente ya era débil para emprender acciones correctoras para evitar el calentamiento y la contaminación, la eclosión económica de India y China, así como la era Trump, que está retirando a su país de los acuerdos internacionales en esta materia, pueden ser la puntilla para nuestro querido planeta azul.
   Pero como a nosotros probablemente no nos va a tocar, el que venga que detrás que arree. Esa es la “conciencia de especie” imperante hoy día

No hay comentarios :

Publicar un comentario