miércoles, 21 de marzo de 2018

Epistemología del bulo



   Cuando aún no teníamos adquirida esa capacidad para  juzgar por nosotros mismos (el llamado “uso de razón”)  nuestra mente era fácilmente maleable. Los Reyes Magos constituyeron el bulo dorado de la infancia con el que los adultos potenciaban nuestra capacidad ilusoria a falta de una lógica mental aún por llegar. Pero también se usaba el recurso al bulo para tratar de explicar aquellos misterios de la vida que se suponía que no estábamos preparados evolutivamente para comprender. Así, la cigüeña de París constituyó durante generaciones el exponente más distintivo de nuestra inocencia. La conducta se dirigía a base de piadosas jácaras y engañifas: el ángel de la guarda, el hombre del saco o el demonio. La creencia adulta consideraba a los niños  pensadores incompetentes, hasta que el psicólogo suizo Jean Piaget demostró con sus teorías del desarrollo cognitivo que los niños no son tontos, solo conciben el mundo de manera diferente; la maduración biológica y la interacción con el medio reorganiza los procesos mentales y adquieren entonces la capacidad de formular hipótesis.
     Pero los bulos tampoco se acabaron con la maduración cognitiva. Los dirigentes políticos y las estructuras de poder tomaron el relevo de los adultos para seguir dirigiendo nuestro pensamiento. Había poca diferencia entre lo que decía “Arriba”, “Ya” o el “ABC”: Pinochet era el bueno. Con la democracia llegó la libertad de prensa. Las fuentes de información se diversificaron y las opiniones eran  discordantes, pero opiniones al fin y al cabo dentro de la libertad y el respeto. Los bulos quedaron reducidos a torpes conatos de manipulación expeditamente anulados por la profesionalidad y el rigor de los medios. La llamada “era de la comunicación” posibilitó más tarde que cada uno de nosotros dirijamos  un medio de información  que edita y difunde noticias o se hace eco de ellas, no siempre guiados por la ética ni por decálogo profesional alguno. Ahora a menudo la veracidad sucumbe al empleo de la artimaña. La claridad capitula ante la confusión. El interés deja paso a la banalidad. La objetividad se convierte en entelequia. El contraste y el rigor escasean. Las fuentes se oscurecen y el morbo coloniza los flujos. Hoy es posible manipular elecciones,  referéndums y procesos políticos; se contratan expertos para fortalecer o hundir la imagen pública de las personas y se difunden bulos de todo tipo en base a una verdadera ingeniería del engaño para sacar réditos partidistas. ¿Las abuelas sangrantes del 1-O eran verdad? ¿La muerte del senegalés en Lavapiés se ha tergiversado o instrumentalizado? Los bulos entorpecen hasta las investigaciones policiales.
     “Lanza la mierda y lávate las manos”, dice Roger Wolfe. La proliferación de noticias falsas parece haberse ido de las manos y está en proporción inversa al supuesto avance tecnológico que debería erradicarlo. No percibo  una maduración cognitiva o social que nos libre de este imperio de sofismas y posverdades, auténtica falla de la democracia, donde volvemos a ser niños o tontos.  Ante esta involución hacia etapas que creíamos superadas, algunos empezamos a añorar a los Reyes Magos, al hombre del saco y a la cigüeña, aquellos engaños transitorios que una vez desvelados daban paso a verdades lúcidas e incuestionables.

miércoles, 14 de marzo de 2018

Pececitos muertos



     Aconsejan no opinar ni tomar decisiones en caliente. Lo que pasa es que hay acontecimientos que difícilmente enfrían el ánimo, ya hayan transcurrido 72 horas  o seis meses.  El despiadado y brutal asesinato de un niño de ocho años, indefenso y ajeno a las torcidas componendas mentales de su verdugo es un  nuevo y triste objeto de debate público sobre dos aspectos clave: la prevención de hechos monstruosos y el castigo que merece el ejecutor/a de estos actos criminales.  Poco se puede hacer en cuanto a la prevención de  crímenes bestiales cuando en su ejecución interviene una mente fría y abyecta –no necesariamente enferma-. Por desgracia existe un porcentaje incontrolable de individuos/as capaces de imponer su propio impulso desquiciado ajeno a todo atisbo de conciencia moral. Porcentaje pequeño pero suficiente para destrozar familias de por vida y levantar a todo un país en un clamor de rabia.

     A punto de aparecer el cadáver de Gabriel (un 11-M) se hicieron públicas unas frases del “Chicle”,  jactándose de que “dentro de tres o cuatro años ya saldré de permiso”. Sirva este dato para reflexionar seriamente sobre el segundo aspecto, el que se refiere a la proporción del castigo en relación al daño causado. No voy a usar la comparativa penal de estos crímenes con el de robar una bicicleta; alguien me llamaría demagogo, pero ante la evidencia de que esa desproporción sigue existiendo, hay que incidir en la implantación de un castigo acorde con la monstruosidad de ciertos delitos. A gran parte de la población del país le resultaría indignante y hedionda la escena de José Bretón cruzándose algún día por la calle con Ruth, la madre de los niños –sus propios hijos- a los que asesinó y quemó por despecho.

   La prisión permanente revisable, que con distintos nombres existe en prácticamente toda Europa debe mantenerse en el ordenamiento jurídico. Confieso que aun no me había pronunciado sobre este tema, confiando en la competencia de nuestros representantes en el Parlamento. Pero ahora tengo el convencimiento de que quienes quieren derogar esta medida penal no representan en absoluto al 80% de la población que es partidaria de su aplicación. Y si lo  que  pretenden los partidos que abogan por su revocación es desgastar al gobierno que lo impulsó, estamos ante una muestra más de la mezquindad suprema y el desvarío que rodea a la política.   No podemos ser el único país en el que esa especie de cagalera libertaria y garantista nos aboque a acordarnos solo de los derechos humanos de los delincuentes. ¿Qué pasa con los derechos humanos de niños arrojados despiadadamente a un pozo, o quemados  y descuartizados  porque estorbaban? ¿O los derechos de chicas violadas y asesinadas, o de víctimas de una bomba criminal? Derechos humanos que también tienen sus familias y sus vecinos a quienes para atemperar su dolor solo les queda el recurso mental de saber que se hará justicia.

   La prisión permanente  no se aplicaría todos los días, pues está dispuesto que se trata de una medida excepcional para delitos de extrema gravedad (actualmente solo hay un reo cumpliebndo esta condena), que está consolidada en nuestro entorno, avalada por el Tribunal Europeo de Derechos Humanos, y además sería revisable por los jueces de vigilancia penitenciaria. Evitemos que los "pescaítos" de Gabriel  sean aún más negros de lo que ya son.

miércoles, 7 de marzo de 2018

Tuiteros y raperos



     Varios acontecimientos concentrados en poco  espacio de tiempo hacen que se siga hablando en estos días de la libertad de expresión. Los debates se centran en determinar los límites de esas libertades, pues parece que existe una cierta desorientación, llamemos socio-jurídica, en cuanto al momento en el que se deben censurar (y con qué pena) determinadas expresiones, ya sean musicales, escritas o artísticas. A la vista de esta evidencia, la pregunta que muchos nos hacemos es: ¿se está produciendo una regresión ideológica hacia etapas de nuestra historia que creíamos superadas hace ya varias décadas? Porque hay quien piensa que el puritanismo es un fenómeno cíclico que puede sobrevenir con independencia de la evolución natural de las sociedades. 
     Yo creo que no hay que irse mucho por las ramas, bastan las teorías ya añosas de John Stuart Mill: “debe existir la máxima libertad de profesar y discutir, como una cuestión de convicción ética, cualquier doctrina, por inmoral que pueda considerarse". Ahora bien, también este filósofo establecía el llamado principio de daño y ofensa, que es donde estaría el límite. Es más sentido común que otra cosa.

      Hoy no me referiré al secuestro del libro “Fariña” ni al descuelgue de la obra de Santiago Sierra en “Arco”, episodios descabellados, sino a otras andanzas conflictivas de tuiteros y raperos. No me parece que esté regresando el puritanismo; más bien al amparo de esa libertad, las expresiones se están aproximando cada vez más a las fronteras admisibles, lo que puede generar un efecto boomerang  restrictivo en exceso. Me explico. El arte siempre ha jugado con el  impacto y la provocación de sensaciones; pero llamar obra de arte a mil grillos vivos fijados con silicona a una pared… Pues de la misma forma las letras de las canciones son un buen vehículo de denuncia social, pero incluso admitiendo que eso de los raperos sea música: "Llegaremos a la nuez de tu cuello, cabrón, encontrándonos en el palacio del Borbón, kalashnikov"; Le arrancaré la arteria y todo lo que haga falta queremos la muerte para todos estos cerdos", (y otras estrofas irreproducibles) convendrán conmigo en que tiene poco que ver con “Le llamaban Manuel” de Serrat, aunque sea uno republicano. El carnaval es un vivero de sátira y protesta, pero que una “drag” disfrazada de Cristo crucificado diga: “¿Quieres mi perdón? Pues agáchate y disfruta” parece que antepone la ofensa a cualquier intencionalidad artística. Sobre los chistes, Arévalo y Chiquito a veces los contaban malos y subiditos, pero no llegaban a la bazofia ofensiva de la tal Cassandra mofándose de mutilaciones por el terrorismo.

     En definitiva, tanto Picasso y Dalí como Serrat o Labordeta provocaban, pero demostraron ser grandes artistas. El gran problema surge cuando cualquier mierdecilla indocumentado usa la provocación para hacerse notar porque es incapaz de hacer otra cosa; entonces ese desperdicio convertido en “arte”, que no ha sido avalado nunca por la excelencia sino por el mal gusto, se convierte en una herramienta unitaria de agravio que ha nacido ya más allá de cualquier límite.  El recrudecimiento del debate sobre la libertad de expresión, entonces,  no es más que un reflejo de la creciente mediocridad de expresiones mezquinas y rastreras que por desgracia se ha instalado entre nosotros. Libertad de expresión, claro. Pero dignidad de  creación y  arte también.