miércoles, 5 de octubre de 2016

Manuela Chavero



   Hoy no voy a hablar de Génova ni Ferraz, ni de Puigdemont ni de la corrupción. En estos asuntos no hay comprometida ninguna vida, solo tejemanejes de poder, sillones, influencias y vanidades; y aunque hay “familias” preocupadas, como la socialista, vuelven a ver todos los días, en distintas tesituras, a todos sus integrantes.

Esto no ocurre con la familia de nuestra convecina extremeña Manuela Chavero, de cuya misteriosa desaparición se han cumplido ya tres meses.
Y el flujo informativo sobre este trágico suceso no puede convertirse en modo alguno en una simple efeméride a recordar solo en fechas redondas, a lo que somos muy dados: ¿quién se acuerda ya del terremoto de Haití de 2010? Los huérfanos, la destrucción y el dolor permanecen, pero quienes no están concernidos solo lo recuerdan en los aniversarios al leer algún suplemento de prensa. Yo residía en Málaga cuando desapareció el niño pintor y viví de cerca las  movilizaciones de búsqueda, los comentarios en la cola del supermercado, vi su foto en muros y farolas, en los cristales de los taxis… y percibí también cómo se desdibujaba con el tiempo el interés, como el pabilo de una vela que va consumiendo lentamente la cera del consuelo; si la familia y los allegados de Manoli sufren de forma continuada esa desgarradora ausencia, merecen que nuestra solidaridad y nuestro ánimo sean también permanentes para ayudarles a mantener viva la esperanza, esa que decía Julio Cortázar que le pertenece a la vida, porque la esperanza es la vida misma defendiéndose.


  Tratemos de imaginar  el desasosiego que embargará al círculo más cercano a Manuela Chavero y remito a experiencias comunes. Casi todos, en alguna ocasión, hemos perdido momentáneamente a un niño/a que se suelta de la mano en la feria u otras aglomeraciones ¿recuerdan la ansiedad y la angustia de esos segundos que parecen horas? O la tardanza en llegar de un viaje en coche de algún familiar cuando no había móviles que avisaran del contratiempo que causaba el retraso… ¿qué tragedias comenzábamos a tejer en nuestro pensamiento? Pues calibremos lo que debe ser que transcurran no segundos ni minutos ni algunas horas, sino días, semanas y meses sin noticia alguna de un ser querido, donde la ausencia se manifiesta en cada instante, en cada lugar de la casa, en cada objeto que usaba.
En tragedias de este tipo tampoco puede primar la popularidad ni las preferencias de los medios informativos tentados a mantener vivas las audiencias: una desaparición es una desaparición, ante la que deben emplearse los mismos protocolos por parte de las autoridades y por tanto idéntico despliegue de medios.

     Monesterio y su comarca están volcadas en la búsqueda de Manuela Chavero, y hemos de confiar en la labor callada de los cuerpos de seguridad, pero no es suficiente: todos debemos aportar nuestro granito de arena en forma de solidaridad y apoyo. En este caso con esta columna que se dirige también a quienes sin duda saben algo de lo sucedido, algo bueno o –cabe la posibilidad- malo de este asunto, porque es inhumano mantener indefinidamente esta incertidumbre y zozobra en la familia, donde además hay dos hijas que la esperan. Todos somos Manoli, pero también mañana y pasado.

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