miércoles, 8 de junio de 2022

Cáceres y la fábula de los pájaros

 

El cernícalo primilla se sostenía en quietud aerostática, moviendo la cabeza y divisando con deleite el amplio contorno bajo sus alas, como un dron del Catastro tomando fotografías aéreas. El sol teñía de dorado su plumaje jaspeado. Acertó a pasar por allí un aguilucho cenizo con su vuelo planeador y, al verlo tan quieto, le preguntó:

-¿Qué haces ahí parado tanto tiempo?

- Estoy contemplando el lugar donde ya no se construirá ningún aeródromo -respondió el cernícalo- y podremos continuar como hasta ahora, surcando estos aires sin que nadie  nos moleste.


- Ah, qué bien -repuso el aguilucho- estaréis igual de contentos que mi primo el milano, el que vive en el cerro del Arropé, pues dice que tampoco le despertarán por la mañana los rezos de los monjes ni el gong del altar budista que querían hacer allí.  Habrase visto, todo el mundo intentando turbar nuestro descanso. Bueno, te dejo con tus contemplaciones -dijo el aguilucho cenizo-, me voy a la ZEPA de los Llanos a ver cómo andan las avutardas y los alcaravanes: ¡Esos sí que tienen suerte! Hasta Trujillo sus dominios son intocables, y la planta fotovoltaica que querían hacer por allí ya está recurrida en el Supremo.

- Adiós, ¡y suerte!, -dijo el cernícalo primilla- por allí vienen dos sisones del norte, a ver qué me cuentan.

- ¡Hola!, ¿de dónde venís? -saludó el cernícalo-.

- Hola. Venimos de Valdecañas -dijo uno de los sisones deteniendo su vuelo- hemos tenido una reunión con las cigüeñas, los buitres leonados, los abejarucos y rabilargos, las avefrías y las garcillas, para ver dónde nidificaremos cada uno cuando tiren todo aquello y la isla vuelva a ser “el Cerro del Burro”.

- ¡Estupendo! -contestó el cernícalo primilla- Ya iba siendo hora de recuperar nuestros dominios ancestrales, libres de tapantojos. Por cierto, ¿habéis pasado por Monfragüe?

- Sí -respondió el otro sisón-, pero dicen los buitres que aquello está lleno de mirones, muchos se van a ir a los Canchos de Ramiro a pasar las vacaciones más tranquilos.


   Y, lentamente, el cernícalo primilla reemprendió el vuelo dirigiéndose a la ciudad, haciéndose patentes sus altas torres y campanarios a medida que se acercaba, y donde recordaba que sus antepasados le contaron los sufrimientos que padecieron en la Parte Antigua cuando les llamaban “quicas” y eran perseguidos inmisericordemente por muchachos con tiradores (cuyas gomas compraban a Juan Caraván). Los vencejos lo saludaron efusivamente desde sus agujeros, tranquilos y plácidos, pues las obras de la muralla se habían detenido hasta que decidieran marcharse de sus nidos. Las chovas grajeaban alegres por  las callejas. Elevó los ojos al cielo, hacia los dominios inmarcesibles del águila imperial, y agradeció al Creador ser pájaro en este tiempo y lugar.