miércoles, 12 de octubre de 2016

Oposiciones



     Soy funcionario (ahora en excedencia) por oposición, aunque en la vida he hecho otras cosas. Con 19 años una tarde otoñal tomaba el Lusitania Exprés que me dejaría tras cinco horas y media en Atocha, cargado con una máquina de escribir; era la prueba final, para mostrar las destrezas mecanográficas exigidas. Dormí en una pensión barata en los aledaños de la Puerta del Sol, de aquellas con crujiente piso de madera, en habitación compartida con un maletilla sonámbulo de Córdoba, lo recuerdo. Al día siguiente recalábamos miles de opositores de la España centralista y menos mal que no se suspendió la prueba por “irregularidades”.


     El sistema de oposiciones para acceder a la Función Pública, siempre que se garanticen esos ya tópicos principos de igualdad, mérito y capacidad se ha demostrado el mejor y está instaurado desde mediados del siglo XIX. Con Alfonso XIII se consolida además la inamobilidad (eliminando las cesantías). Sin embargo las oposiciones siempre han estado revestidas de un halo de sospecha y desconfianza, cargándose tradicionalmente las tintas en los enchufes, los chanchullos y los enjuagues. Es injusto.


     Si revisamos someramente las hemerotecas, en Extremadura en los últimos años se han producido variadas incidencias en este sistema de acceso que ayudan a mantener su leyenda negra; desde tener que repetir una prueba por las múltiples impugnaciones de los opositores hasta anular la oposición entera teniendo que intervenir los tribunales de justicia (Enfermería del SES). Desde categorías de camarero-limpiador hasta psicólogos y economistas. Desde denunciarse “íntima relación amistosa” de un opositor con el tribunal (caso Mejuto) hasta “ememistad manifiesta” (FP de Mérida).
Entre medias, un rosario de impugnaciones, sentencias y recursos que lo único que hacen es retrasar y judiacializar los procesos, crear agravios comparativos y sumir a los sufridos opositores en el desánimo y la impotencia, ya de por sí amplificadas por el nivel de desempleo y las famosas tasas de reposición. La perla ha sido recientemente tener que suspender un examen ¡porque faltaban las hojas pares! (ATS-DUE). Es bochornoso que existan por ahí asambleas de afectados y plataformas en redes sociales de tal o cual oposición, lo cual es síntoma de que las cosas se están haciendo muy mal y está cundiendo el convencimiento de que la  Administración Autonómica, lejos de garantizar la limpieza y el orden en los procesos selectivos, está contribuyendo a su descrédito. No me refiero en exclusiva a las actuales consejerías: la alternancia PP-PSOE en el gobierno regional ha propiciado esa guerra para desprestigiar al contrario siempre con el pobre argumento de que las oposiciones irregulares se convocaron bajo el mandato del otro.


     Hay que valorar la reciente aprobación en la Asamblea extremeña de una Propuesta de Impulso con varias medidas para mejorar los procesos selectivos, pero me llama la atención que se exhiba como un gran logro garantista “la suspensión de manera provisional de aquellos procesos en los que se han denunciado irregularidades”. A mí me parece que lo que hay que evitar son precisamente esas suspensiones y luchar denodadamente contra la incompetencia que las provoca. Si el mal emana de la ineptitud de algunos tribunales, buenas ganas que existan después todas las garantías jurídicas imaginables. La chapuza ya está hecha.

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