miércoles, 19 de febrero de 2020

Ecologismo heroico



     Hace mucho tiempo, durante un viaje a Canarias, tuve la fortuna de contemplar el vuelo de un Danaus plexippus, más conocido como “mariposa monarca”, especie oriunda del sur de Canadá y Estados Unidos, cuyos primeros avistamientos en Madeira y archipiélago canario datan del siglo XIX, al parecer  debido a orugas alojadas en barcos mercantes. Esta bella mariposa es muy conocida por sus espectaculares migraciones masivas, cuyas emblemáticas imágenes cada año son recurrentes y similares a las que también se difunden en primavera de nuestros cerezos en flor del valle del Jerte.
   He recordado este episodio, que prolongaba gozosas experiencias infantiles en relación a los lepidópteros, al conocer la noticia del asesinato a machetazos en México de Homero Gómez, ambientalista defensor del hábitat de este insecto y por este motivo enfrentado con los intereses de la tala ilegal de árboles. ¿Pero se puede morir por proteger a un bicho? Parecería más propio pensar que la vida se pierde más provechosamente por defender ideales patrióticos o en todo caso, salvaguardar la vida de seres humanos. Pero no. El dinero que se mueve en mafias, ya sean de deforestación, minería o cualquier otra actividad ilegal destructiva del medio ambiente solo entiende de eliminar lo que estorba para sus fines delictivos. Seguro que recuerdan aquella película “Gorilas en la niebla” que narraba la historia de Dian Fossey y sus más de veinte años investigando las costumbres de los gorilas en las montañas Virunga, en Ruanda. También fue asesinada por cazadores furtivos, en este caso por la defensa de un bicho un poco más grande. Esta fue la última anotación en su diario: “Cuando te das cuenta del valor de la vida, uno se preocupa menos por discutir sobre el pasado, y se concentra más en la conservación para el futuro”. Ese futuro para los gorilas, como el de las mariposas monarca, la guacamaya roja o los monos aulladores costó la vida de sus valedores. No son casos aislados. La ONG Global Witness cifra en más de mil los ecologistas asesinados en la última década. ¿Y murieron por una buena causa? ¿Mereció la pena su sacrificio? Ignoramos qué criterios determinan el tamaño de la causa por la que merece la pena morir, si es que hay una línea que lo delimite. Que un hombre muera por una causa no significa nada en cuanto al valor de la causa, dijo Oscar Wilde. Velar por  la conservación de la biodiversidad puede ser para muchas personas una cuestión secundaria o accesoria, seguramente por estar muy mal informados. Ya empezamos a saber qué pasaría si desaparecieran las abejas y otros insectos: Einstein decía que nos quedarían cuatro años y no iba descaminado. La conservación de las especies en realidad resume lo que significa perpetuar el planeta donde habitamos nosotros y las generaciones venideras. Y quien muere por ello es un verdadero  héroe, aunque no se erijan estatuas.