Recientemente hemos asistido a la celebración
de la Feria Internacional de Turismo Ornitológico (FIO 2017) en el Parque Nacional
de Monfragüe, constituyendo este evento un ejemplo de cómo usar los recursos
con los que la Naturaleza nos ha beneficiado, para favorecer el crecimiento
económico de manera sostenible: ahí están esos 12.000 participantes, una
vanguardia del turismo de naturaleza de alto standing, esos profesionales,
expertos y empresas especializadas, esos más de 100 expositores, jornadas
técnicas y encuentros diversos que redundarán en un mayor conocimiento a nivel
mundial, no solo de nuestro Parque reserva de la biosfera, sino de otras
comarcas extremeñas –que son muchas- con una biodiversidad única.
Pero esta ornitología en auge no es más que un puntal más para el
aprovechamiento de nuestros recursos. La Ley de Conservación de la Naturaleza
extremeña contempla una amplia protección de espacios naturales (parques,
reservas, paisajes, corredores ecológicos y de biodiversidad, ZEPAs, etc.). Más
del 30% de nuestro territorio pertenece a la Red Natura 2000 y un alto
porcentaje del turismo que recibimos lo hace precisamente atraído por nuestro
envidiable medio natural y su excepcioinal grado de conservación. Somos quienes tenemos
la mejor calidad del aire. Nuestra tierra es donde mejor se divisan las
estrellas (Monfragüe ya es también Destino
Starlight
de Extremadura). Aquí se puede contemplar todavía trashumancia, se pueden hacer
cientos de kilómetros cicloturistas o senderistas por diferentes paisajes y
ecosistemas; Extremadura es un paraíso para la caza dentro de parámetros
sostenibles y otras muchas actividades de aire libre. La gastronomía y el sabor
general de un mundo rural todavía puro constituyen un atractivo más para darnos
a conocer a crecientes masas de ciudadanos hastiados de vida urbana e insalubre,
para los que el turismo rural constituye un gozoso escape. El cielo de nuestra tierra no debe
ser menos alto que el de Castilla, porque además de haberlo levantado los
campesinos de tanto mirarlo, como dijo una vez Delibes, lo vamos a seguir
haciendo contemplando las aves y las estrellas. Añadamos a todo esto nuestro patrimonio
histórico-artístico.
Sabemos que los tejidos industriales en Extremadura son muy incipientes o referidos
a transformaciones primarias y, no nos engañemos, es difícil revertir esta
situación. No tenemos puerto de mar ni aeropuertos competitivos ni vías férreas
con garantías. No tenemos tradición industrial ni práctica fabril a gran escala. Las chimeneas humeantes están ausentes de nuestro paisaje.
Yo pienso, además, que maldita la falta que nos hace esto último, porque
entonces Extremadura no sería la tierra que amamos. Claro que hay que
reivindicar, en cambio, vías de comunicación dignas. El crecimiento de la
riqueza y el empleo, ese mantra de nuestros tiempos, no solo se consigue a base
de refinerías de petróleo o almacenes de residuos radiactivos. Otros que
gestionen sus recursos económicos manufactureros y sus gases efecto invernadero. Pero nosotros
tenemos seriamente que gestionar los nuestros, los que nos singularizan e
identifican desde la sostenibilidad. Crecimiento económico y conservación no son conceptos antagónicos
ni mucho menos, esto ya lo dijo Simon Kuznets, premio Nobel de economía hace décadas.
Hay que rentabilizar y monetizar todo eso que tanto nos ha costado conservar:
la Naturaleza es un gran motor de desarrollo y ahora estamos empezando a ver
que la calidad de vida y la del bolsillo pueden avanzar juntas. Investiguemos,
trabajemos y caminemos por ahí.
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