Hasta hace unos días yo tenía un concepto trasnochado de lo que es
un aval. Pensaba que firmar un aval servía de garantía del cumplimiento de
cierta cosa, respondiendo de la conducta de otra persona. En el lenguaje
cotidiano siempre pensé que el hecho de
avalar se utilizaba como sinónimo de apoyo o respaldo. Pero ignoraba que avalar también significa “ocultar
las verdaderas intenciones falseando un apoyo, incluso bajo firma”.
Alfred Adler -colaborador
de Sigmund Freud, al que finalmente abandonó por controversias con el modelo
psicoanalítico- es uno de los teóricos de la mentira y sus implicaciones
psicológicas y a él se atribuye la frase que resume parte de sus paradigmas: “una
mentira no tendría sentido si la verdad no fuera percibida como peligrosa”. Si
Adler hubiera vivido en nuestros días encontraría en las recientes primarias
del PSOE un excepcional campo experimental para sus estudios conductuales. ¿Por
qué miente la gente? ¿Cuáles son las motivaciones del embustero? Detrás de una
mentira suele ocultarse una baja autoestima e incapacidad para afrontar una
decisión: yo quiero hacer una cosa pero digo otra por el qué dirán. Existe
temor al rechazo y miedo a la crítica. Esta falta de confianza en uno mismo los
hace ser fácilmente manipulables, al tiempo que ellos mismos manipulan la
realidad con su mentira. En resumen, la mentira cumple no sólo la
función de ocultar la verdad, sino también la de dar impresión
favorable ante los otros, obteniendo seguridad y protección, y evitando la vergüenza pública y
valoración negativa de los demás.
Cabe preguntarse los motivos reales por los que varios miles de afiliados
mudaron su apoyo finalmente a Pedro Sánchez, ocultando su verdadera intención
en el proceso de recogida de avales. ¿Cuál era el peligro? Si era por temor al
“aparato” y a los dirigentes, ante los que quieren aparentar ser afines por lo
que pueda pasar en próximas listas, este sistema de elección de candidatos por
primarias está viciado porque no se va a cara descubierta (aval público y voto
secreto). Todo proceso democrático debe excluir la posibilidad del fraude, de
lo contrario los resultados pueden ser deletéreos. Ya que se va a consultar
todo a las bases por sufragio -minusvalorando a la democracia representativa- no
encuentro mucho sentido a ese oscuro recuento previo de avales; Ibarra dijo que
“o el PSOE acaba con las primarias o las primarias acaban con el PSOE”
(parafraseando a Martín Villa que en los años setenta del siglo pasado dijo lo
mismo de ETA). No le falta razón. El roto socialista se ha descosido aún más
con las primarias, por mucha apariencia que quieran dar ahora de lo contrario.
Esa unidad ilusoria que postula Pedro Sánchez (co-artífice destacado de la
ruptura, pero legítimo secretario general con el voto de miles de autotránsfugas)
es una quimera, circunstancia que sabrán aprovechar bien a diestra y siniestra.
Aparato nuevo habemus y para los mentirosos pasó el peligro: ya se
empiezan a ver por ahí fotos junto a Pedro Sánchez, que cuando era un proscrito
estuvieron guardadas a buen recaudo de redes sociales. Nada nuevo bajo el sol…
que más calienta.
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