miércoles, 21 de febrero de 2018

Las cuatro "P"



   “Primero está el país, luego el partido y por último la persona”. Fue el aviso a navegantes que lanzó  Artur Mas cuando dimitió como presidente del PDeCAT. Aviso no exento de cinismo político, pues sus “pasos al lado”  no le avalan como adalid de su propia máxima.
  Y es verdad que eso de “país” está en el centro de muchas conversaciones en aquella esquina de España, pero es un concepto confuso sobre el que existe una desorientación absoluta: ¿qué país se quería? Porque objetivamente lo que se contempla hoy es un país dividido y enfrentado ideológicamente, de donde se han marchado tres mil empresas,  con el turismo y la creación de empleo a la baja, con la marca Cataluña por los suelos a ojos foráneos y actualmente intervenidos por el Estado. Es decir, país auténticamente fallido. Con este resultado ¿realmente se ha pensado en el país por encima de todo lo demás?
Siguiente P de partido. Convergencia y Unió fue el partido que lideró el  devenir de los catalanes durante décadas a raíz de la instauración democrática. Formación catalanista, sí, pero implicada tanto en la gobernabilidad del Estado como en el logro de crecientes cotas de bienestar y cohesión para su territorio. Hasta que llegamos a la famosa frase de Maragall: “vostès tenen un problema. I aquest problema es diu 3 per cent”. Se había empezado a pensar más en Andorra  y Suiza, en el Palau, o en el dinero de las ITV que en el propio partido y, por supuesto, más que en su país. Partido que hoy aparece escindido, condenado judicialmente, refundado y renombrado varias veces para tratar de deshacerse vanamente de una maloliente gestión que de corrupta devino en separatista excluyente e ilegal. Ante esta chapuza ¿se pensó en el partido por encima de las personas?
  Pues todo apunta a que las personas –siguiente P- elegidas para conducir los designios de su pueblo no supieron (o no quisieron) fortalecer aquello que les unía sino, precisamente, erigirse  en protagonistas y beneficiarios de réditos pecuniarios e ideológicos, potenciando la desavenencia y el enfrentamiento social hasta concluir incumpliendo la ley que deberían preservar como gobernantes. ¿Fueron esas personas las adecuadas para regir los designios de un país?
  Finalmente, P de Puigdemont, como paradigma de la supremacía de la persona por encima de todo lo demás, que ni siquiera se sustrae a las directrices ni a la  ideología de partido alguno porque ha creado una “lista” paralela y autónoma acorde con su voluntad personalista. Pero, siguiendo a Juan Jesús Ayala, “el personalismo en política tiene su tiempo, y no va más allá del descubrimiento de lo falaz y de lo efímero de ese tipo de personalidad que comienza encantando y termina desencantando”. Creo que ya se está en este estadio del desengaño y el chasco ante una persona que lleva meses tratando de salvar solo su trasero, cosa demasiado evidente ante  personas, partido y país entero.
      La política no se construye con bonitas frases vacías, sino con decisiones que tengan en cuenta el interés de los ciudadanos –de todos, no solo una parte, lo que realmente es el “país”- para que Cataluña en este caso regrese a una senda de normalidad. Hasta ahora peor no se ha podido hacer.

No hay comentarios :

Publicar un comentario