Como preludio de mis inminentes vacaciones, hoy, al llegar a casa tras la cansina jornada laboral he experimentado esa gozosa maniobra de abrir el buzón convencional y, entre extractos bancarios y ofertas de supermercado que caen como cascarilla insulsa, quedarme con el cogollo de un sobre de verdad, de esos con sellos y con mi nombre escrito a mano con esa letra ampulosa de quien también encuentra placer en efectuar un envío. En su interior, una nueva entrega de la revista “Aceña”, ventana cultural de la pequeña localidad extremeña de Pescueza, que no es la primera vez que aparece en las entregas semanales de esta columna, por representar este pueblo de poco más de 150 habitantes un interesante ejemplo de cooperación comunitaria y democracia participativa que contrasta con la pasividad y filosofía de subsidio que lamentablemente predominan todavía en el área rural.
Un soplo de aire fresco, de olor a jara y encina, es lo primero que recorre mi ánimo tras hojear su contenido. Un bello contrapunto a la espiral de conflictos de todo tipo que encontramos al abrir cualquier otro medio periódico escrito: revoluciones, hambrunas, hundimientos bursátiles, caos económicos… pero no por ello estamos ante una publicación alejada de la realidad, más bien diría yo que contempla el contexto con más apego a lo real que pueda imaginarse. Se habla de nuestras cosas. Y las reflexiones que se contienen sobre las posibilidades de desarrollo de nuestros medios rurales ponen de manifiesto que la gestión de los recursos propios de estas zonas que todavía aglutinan a una parte importante de la población de Extremadura no se ha olvidado, ni por parte de los gobernantes (artículo de Guillermo Fernández Vara sobre 
