Como preludio de mis inminentes vacaciones, hoy, al llegar a casa tras la cansina jornada laboral he experimentado esa gozosa maniobra de abrir el buzón convencional y, entre extractos bancarios y ofertas de supermercado que caen como cascarilla insulsa, quedarme con el cogollo de un sobre de verdad, de esos con sellos y con mi nombre escrito a mano con esa letra ampulosa de quien también encuentra placer en efectuar un envío. En su interior, una nueva entrega de la revista “Aceña”, ventana cultural de la pequeña localidad extremeña de Pescueza, que no es la primera vez que aparece en las entregas semanales de esta columna, por representar este pueblo de poco más de 150 habitantes un interesante ejemplo de cooperación comunitaria y democracia participativa que contrasta con la pasividad y filosofía de subsidio que lamentablemente predominan todavía en el área rural.
Un soplo de aire fresco, de olor a jara y encina, es lo primero que recorre mi ánimo tras hojear su contenido. Un bello contrapunto a la espiral de conflictos de todo tipo que encontramos al abrir cualquier otro medio periódico escrito: revoluciones, hambrunas, hundimientos bursátiles, caos económicos… pero no por ello estamos ante una publicación alejada de la realidad, más bien diría yo que contempla el contexto con más apego a lo real que pueda imaginarse. Se habla de nuestras cosas. Y las reflexiones que se contienen sobre las posibilidades de desarrollo de nuestros medios rurales ponen de manifiesto que la gestión de los recursos propios de estas zonas que todavía aglutinan a una parte importante de la población de Extremadura no se ha olvidado, ni por parte de los gobernantes (artículo de Guillermo Fernández Vara sobre la Extremadura rural del siglo XXI) ni, menos aun, por parte de sus habitantes, que constituyen el verdadero motor de la autogestión. En Extremadura existen cerca de 400 municipios. Imaginemos que cada uno de ellos no solo editara una publicación cultural para dar cabida a sus inquietudes, sus recuerdos o sus perspectivas de futuro, sino que sus ayuntamientos alentaran y apoyaran iniciativas y proyectos surgidos de la iniciativa local, participaran con viveza en las mancomunidades emprendiendo acciones de mejora, gestionaran activamente fondos públicos y llevaran a cabo intensas campañas de concienciación y divulgación de los valores de su comarca. ¿No estaríamos ante una verdadera revolución rural que inevitablemente obligaría a los centros de poder a prestar la atención debida a estas extensas zonas? Alguien podrá pensar que ahora no corren buenos vientos para aportar más dinero a ningún sitio. No se trata de eso. Primero hay que hacer surgir lo que Felipe Sánchez Barba llama en este número “el espíritu de Pescueza”; de dinero ya hablaremos. Mañana estaré debajo de una encina leyendo “Aceña”, y olvidado por completo del BCE, de la deuda soberana y de Standard & Poor’s. Cambiaré por unos días la incómoda realidad del mundo por la mía propia, bastante más llevadera.
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