jueves, 4 de agosto de 2011

Cuernos del mundo

     Fue hace unos días tomando café. La imagen de un niño gravemente desnutrido, que ilustraba la tragedia de Somalia, presidía la primera página del diario. Me sorprendí a mí mismo esquivando aquella mirada suplicante que delataba la más tétrica de las miserias humanas: morir de hambre. Pero mientras pasaba páginas buscando la actualidad económica (que es nuestro problema) aquella imagen, grabada involuntariamente en mi retina, entorpecía la lectura, dando finalmente al traste con el repaso a la actualidad, como si de esa fotografía emanara un extraño efluvio capaz de hacer relativo  todo lo demás. Es el grito –pensé- que de vez en cuando rompe el pesado silencio de la tragedia para tratar de mover el  gusanillo perezoso de nuestras conciencias. Pero a estas imágenes ya nos hemos acostumbrado. La escritora americana Susan Sontag decía que “el vasto catálogo fotográfico de la miseria y la injusticia a lo largo del planeta le ha dado a todo el mundo una cierta familiaridad con las atrocidades, haciendo que lo horrible sea cada vez más ordinario”. En efecto, convivimos con la desdicha como algo natural y nos hemos habituado a sus distintas caras.
   Hoy es el Cuerno de África el que suena en la lejanía, como llamando desesperadamente a los dos primeros mundos para que dirijamos por un instante nuestras miradas al tercero, a sus niños moribundos y a sus rebaños famélicos. Pero son sonidos que se apagan lánguidamente, pues los vientos informativos pronto cambian hacia objetivos más cercanos, abandonando la tragedia que continúa en el silencio ciego del olvido. Hace poco más de un año la catástrofe del terremoto en Haití fue la encargada de hacer sonar su cuerno en aquel continente, consiguiendo mantener durante unas semanas la atención del planeta en la desdicha de los damnificados. Pero igual que ocurrirá en Somalia, poco a poco se apagaron lo ecos de los lamentos para desaparecer de nuestros sentidos aquel episodio. Sabemos que en Haití todavía hay más de un millón de seres humanos hacinados en tiendas y chabolas, y que niños mueren de cólera en las calles. Sólo han recibido el 30% de la ayuda internacional comprometida; pero esto ya forma parte de su tragedia silenciosa que ha dejado de incumbirnos. Y así podríamos seguir tratando de otras guerras y tragedias de las que nunca hemos oído hablar porque todavía no ha sonado su cuerno.
     Eso de “comunidad internacional” cada vez se me antoja más un interesado eufemismo para tapar la inoperancia. ¿Cuántos miles de millones se han destinado para reflotar bancos, tapar agujeros, comprar deuda o rescatar países desarrollados? Miedo da solo imaginarlo. El mundo carece de liderazgo. Miento: los que mandan en el mundo ahora son los directores generales de las agencias de calificación de deuda, pero esos giran en otra órbita y  son incapaces de escuchar los cuernos del hambre.
    

No hay comentarios :

Publicar un comentario