No sabemos si entre la “herencia recibida” estaría también la mesa de Moncloa. Yo creo que debe ser uno de los muebles que no ha sustituido el señor presidente tras su cambio de residencia. A decir verdad, esa mesa, aparte de la foto de los niños y del teléfono rojo no tendría muchas más cosas. Porque no estaba sobre ella la subida del IRPF, tan insolidaria para con las clases medias, según se decía en la campaña electoral. Tampoco estaba encima de la mesa el copago sanitario ni el abaratamiento del despido, porque no es lo que necesitaba este país. La próxima subida del IVA, contraproducente en etapas de contracción, igualmente debería estar en un cajón, así como la amnistía fiscal, disparate que enervaría a los contribuyentes. O la energía barata. O las propuestas penitenciarias a los etarras. Se trata de una mesa maldita que también usó el anterior presidente con parecida infamia, pues encima de la misma nunca estuvo la bajada de sueldos a funcionarios ni la congelación de las pensiones ni otras lindezas improvisadas. Cuando todo este presente se convierta en historia, adquirirá toda su vigencia la opinión de Jardiel Poncela: "La historia es la mentira encuadernada."

Podíamos hablar también de mesitas periféricas, con parecidas prestaciones. Encima de estas mesas, como en Extremadura, había cosas intocables, como la Ley de Educación. Pero alguien ha quitado el pisapapeles para que se vuele su aplicación o, como mucho, ha puesto encima las tijeras. Y la refinería ya no se sabe en cuántos cajones ha estado. Si viviera Ramón Gómez de la Serna se pondría las botas diseñando greguerías alusivas a estos tiempos convulsos. Seguro que desempolvaría el pensamiento de Jules Renard, uno de sus inspiradores, para poner encima de la mesa el siguiente cartel: “De vez en cuando dí la verdad para que te crean cuando mientes”.