No sabemos si entre la “herencia recibida” estaría también la mesa de Moncloa. Yo creo que debe ser uno de los muebles que no ha sustituido el señor presidente tras su cambio de residencia. A decir verdad, esa mesa, aparte de la foto de los niños y del teléfono rojo no tendría muchas más cosas. Porque no estaba sobre ella la subida del IRPF, tan insolidaria para con las clases medias, según se decía en la campaña electoral. Tampoco estaba encima de la mesa el copago sanitario ni el abaratamiento del despido, porque no es lo que necesitaba este país. La próxima subida del IVA, contraproducente en etapas de contracción, igualmente debería estar en un cajón, así como la amnistía fiscal, disparate que enervaría a los contribuyentes. O la energía barata. O las propuestas penitenciarias a los etarras. Se trata de una mesa maldita que también usó el anterior presidente con parecida infamia, pues encima de la misma nunca estuvo la bajada de sueldos a funcionarios ni la congelación de las pensiones ni otras lindezas improvisadas. Cuando todo este presente se convierta en historia, adquirirá toda su vigencia la opinión de Jardiel Poncela: "La historia es la mentira encuadernada."
Ningún presidente pone las cartas sobre la mesa porque ya está ocupada con lo que han sacado de los cajones. Por algún cajón debe andar también, por ejemplo, el peaje de las autovías o la reducción de ayuntamientos. Y se han hecho imprescindibles las tijeras, estas para recortar tanto cosas que están encima de la mesa como en los cajones para que, caso de aflorar, lo hagan ya recortadas, como la Sanidad y la Educación. Y en toda mesa de presidente entrante siempre hay otros cajones que estaban llenos a su llegada, en este caso de facturas impagadas por los gobiernos salientes, que los entrantes sacan a la luz para justificar el trasiego de medidas desde el resto de los cajones a la superficie de la mesa. Y, en fin, debajo de toda mesa presidencial que se precie, siempre es bueno que exista una hermosa papelera con capacidad suficiente para albergar las promesas electorales que no gozaron del privilegio de estar nunca encima de la mesa (ni siquiera en un cajón), aunque nos hicieran creer que así sería.
Podíamos hablar también de mesitas periféricas, con parecidas prestaciones. Encima de estas mesas, como en Extremadura, había cosas intocables, como la Ley de Educación. Pero alguien ha quitado el pisapapeles para que se vuele su aplicación o, como mucho, ha puesto encima las tijeras. Y la refinería ya no se sabe en cuántos cajones ha estado. Si viviera Ramón Gómez de la Serna se pondría las botas diseñando greguerías alusivas a estos tiempos convulsos. Seguro que desempolvaría el pensamiento de Jules Renard, uno de sus inspiradores, para poner encima de la mesa el siguiente cartel: “De vez en cuando dí la verdad para que te crean cuando mientes”.
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