viernes, 23 de mayo de 2014

Clase media


Lo que en nuestro tiempo presente hemos entendido por clase media está bastante alejado de los parámetros sociológicos que nacieron a partir de la Revolución Industrial. Cuando Karl Marx escribió El Capital era un grupo pequeño de población entre las grandes masas trabajadoras y las oligarquías burguesas. Sin embargo, a finales del siglo XIX, cuando Max Weber expone sus teorías, es el principal grupo económico de los países desarrollados de Europa.

    En nuestras vivencias cotidianas, la clase media ha estado formada por una horquilla social ciertamente amplia: quienes no eran obreros sin cualificar ni tampoco aristócratas o ricos de cuna capaces de vivir holgadamente de rentas. Así, empleados con trabajo estable, mandos intermedios de empresas, funcionarios, profesionales y titulados varios han constituido durante décadas el sustento real de la economía. Trabajadores normales con capacidad de ahorro y posibilidad de planificar una vida sin sobresaltos que, al mismo tiempo, impulsara para la siguiente generación la esperanza cierta de mejores perspectivas debido a los avances sociales y de la tecnología.

   Estas perspectivas son precisamente las que se están yendo al garete, y con ellas la propia clase media según la entendíamos hasta ahora. La aberración de ese 50% de paro juvenil vaticina la desaparición de ese segmento socioeconómico. Circula por ahí un estudio de la prestigiosa consultora Icsa que pone de manifiesto la creciente polarización que se está produciendo entre los que ganan muchísimo (más de 80.000 € anuales) y los que ganan cada vez menos (sueldo inferior a 20.000 € brutos al año). El año que acaba de finalizar ha incrementado de media un 7% el sueldo de los directivos y ha mermado en torno a un 6%  el de esa llamada clase media, que además sustenta estoicamente las crecientes cargas fiscales, la carestía de los servicios y sufre los embates de la precariedad y la insuficiencia. La citada consultora señala a la Reforma Laboral como causante principal de este fenómeno.
     El status social del que gozaba  un médico, un ingeniero, un periodista o  un profesor  hace seis años está desapareciendo velozmente: paro, medias jornadas, trabajos temporales, subempleo, cuando no emigración al extranjero; y lo mismo se podría decir del resto de integrantes de aquella antigua clase media estable, que hoy solo aspira a sobrevivir aceptando la marginalidad y los servicios públicos que se le ofrecen, absolutamente devaluados. Estamos ante un estamento social que se diluye como un azucarillo para convertirse en una verdadera subclase sin expectativas. Lo malo de todo esto es que la recuperación que se atisba será a costa de zaherir aún más los cimientos de esas masas de ciudadanos cada vez más empobrecidas; una galopante clase media-baja (en poder económico), pero cualificada educativa y socialmente es un fracaso estrepitoso para cualquier sociedad, pero parece que es un fracaso invisible, en todo caso eclipsado por un crecimiento rácano del 0,3%. Si esto es para sacar pecho en el despacho oval, que se pare esto, que yo quiero bajarme. ¿Me acompañan?

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