Los psicólogos dicen lo que todo el mundo
sabe, pero con palabras que nadie entiende. Aun así es innegable la utilidad de la Psicología aplicada. Uno de sus postulados establece que la
percepción es la captación directa de la información ambiental contenida en el
flujo estimular. Viene a decir que aquello que somos capaces de percibir en
nuestro entorno y a considerarlo como información significativa tendemos a
interiorizarlo y a incorporarlo a nuestro repertorio conductual, desechando
aquellos estímulos confusos o con una percepción no significativa. Ignoramos si
en la Universidad George Washington, donde Iván Redondo realizó su máster en
campañas electorales, se dan nociones
teóricas sobre estos aspectos psico-sociológicos; creo que sí. Entonces lo que
ha fallado en la campaña personalista diseñada por el director de gabinete de
presidencia para José Antonio Monago ha sido la extrapolación de maneras
electorales norteamericanas a una región de España como Extremadura (la única que es objetivo 1
en Europa por sus niveles precarios de desarrollo), con unas características
poblacionales todavía marcadas por la dispersión y la ruralidad, donde la
penetración tecnológica es lenta y por tanto su población todavía es poco permeable a las
innovaciones comunicativas que se les han querido presentar. En terminología
taurina, hemos asistido a una faena que “no conecta”.
Esta visión
coincide con el resto de análisis que se están haciendo, incluso internos. Con
esos vídeos de dibujos animados que han servido la polémica, emitiendo por youtube promesas electorales
mientras practica spinning en un gimnasio, usando un autobús de campaña como0 si fuera el de la lucha contra el cáncer o adoptando el
sistema de mitin-concierto lo que se ha conseguido es precisamente alejar a su
votante-tipo, el de siempre, que no se ha identificado suficientemente con un
candidato-protagonista que difumina a su partido; y no generando tampoco acercamiento del elector joven, que necesita
algo más que rap, cosa que debería saber un costoso equipo asesor. Por ejemplo,
se hubiera valorado más por la ciudadanía el anuncio de incorporar el folklore
extremeño como seña de identidad a los currículos escolares que una “cultura”
ajena e importada de los barrios neoyorquinos como el hip-hop. Incluso la eliminación
en campaña de los signos identitarios del partido: logo, sintonía musical,
colores, el propio nombre (cosa que también ha alejado el apoyo de pesos
pesados nacionales) puede haber sido percibido como un estímulo equívoco, una especie de candidatura
independiente dentro del propio PP, desmarcada interesadamente de su historia. Esto
tampoco ha reportado beneficios electorales y ha hecho perder la indudable
inercia que aún conservaban las ahora emigradas gaviotas.
Prescindiendo
de los mensajes ideológicos –que ya tratarán más versados analistas-, la actuación
preelectoral de Guillermo Fernández Vara ha sido todo lo contrario: concepción tradicional
de campaña para una población tradicional. Mucho más contacto personal y
acercamiento a los pueblos, sin artificios; el ciudadano extremeño todavía valora mas la cercanía física que la de las redes sociales o mensajes grabados. El dirigente socialista ha sido percibido más como candidato recabador de información sobre los
problemas de la gente, corpóreamente; y menos como mero emisor de mensajes-promesa. Es decir, en este caso la percepción sí
ha actuado como recopiladora de estímulos significativos, entendibles y fácilmente
incorporables a patrones de conducta generadores de confianza. En este caso, el
voto. Tomar una caña en Pescueza con sus posibles votantes no es lo mismo que
lanzar al ciberespacio un twitter con 140 caracteres.
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