Mi padre
colgó el teléfono (de aquellos negros de pasta) con gesto grave y contrariado.
“Tengo que ir a Maltravieso –dijo-, otra vez han reventado el candado, ¿a quién
le toca venir?”. Era mi turno. Montamos en el seiscientos y, tras pasar por la
ferretería “Los sobrinos”, nos encaminamos al emplazamiento de la cueva;
aquello estaba todo lleno de barro, olía a animal muerto y montones de
escombros adornaban la entrada. Ya en el interior, la temperatura descendió
varios grados, y el olor mutó a una simbiosis poco agradable de humedad
mezclada con humo de fogatas. Tropecé con una botella vacía de anís “El Mono”
mientras mi padre me mostraba una de aquellas misteriosas manos mutiladas:
“esta es de un niño como tú –dijo, sin separar la vista de la pared-, un niño
que vivió aquí hace casi 30.000 años”. Entrada actual a la Cueva
Han transcurrido unos 57 años desde aquel episodio. Por las mismas fechas se cerraba al público la cueva de Lascaux, en el sur de Francia, para preservar del CO2 humano los tesoros artísticos de la Prehistoria que contiene. Pero la cueva de Maltravieso continuó siendo “visitada” durante 40 años más: detritus, humos, basuras, excrementos y grafitis en las paredes fueron los compañeros advenedizos de aquellas sufridas pinturas que dormitaron calladas durante milenios en un habitáculo virgen y herméticamente cerrado.
La
expresión “tenemos una deuda con Maltravieso” manifestada recientemente por el
alcalde y el edil de Turismo del Ayuntamiento de Cáceres, no puede ser más
certera. Y la idea de acometer la creación de una neocueva en el enclave del
yacimiento aprovechando el flujo de los fondos europeos de recuperación y
resiliencia es una oportunidad única que no podemos dejar escapar. Pinturas de manos datadas en 66.700 años
Según las
últimas investigaciones, Maltravieso, con pinturas de más de 66.000 años (que
señalan como autor al hombre de Neandertal), es la cuna del arte de la Humanidad, cosa que
no sucede ni en Altamira, ni en Chauvet ni en Lascaux, que sin embargo llevaron
a efecto cautivadores proyectos museísticos con réplicas exactas que atraen a
decenas de miles de visitantes. La insuficiencia del actual Centro de
Interpretación es patente, y la tecnología ya permite crear una reproducción
fidedigna del interior, donde se desarrollarían distintas ambientaciones para
recrear la época neandertal donde fueron efectuadas las pinturas: restos y
utensilios de aquellos remotos cazadores-recolectores, la penumbra de la cueva,
incluso la temperatura de aquellas etapas interglaciares pueden hacer aflorar
una experiencia sensorial seductora como manifiestan, por ejemplo, los
visitantes de Lascaux IV. Aspecto del interior en 1994
La
fragilidad del arte rupestre ha hecho que corran serio peligro verdaderas
maravillas artísticas que albergan las cuevas, debido sobre todo a la sobre explotación turística. Maltravieso
es un caso atípico, pues no ha tenido tantas visitas, llamemos cívicas, sino
exceso de vandalismo. Cerrar una cueva por estos motivos –como se hizo aquí
hace veinticinco años- es fácil, pero la población tiene derecho a conocer el
patrimonio cultural que nos legaron
nuestros ancestros; y eso ya se puede llevar a cabo con estrategias
interpretativas fidedignas que la tecnología ha desarrollado. La inmersión del
visitante en aquellas lejanas etapas iniciáticas de la Humanidad puede
constituir esa oportunidad enriquecedora y emocionante de saldar definitivamente
la enorme deuda colectiva con el maltratado vestigio maltraviesense, además de
convertirse en un activo turístico de primera magnitud del que se beneficiaría
la propia ciudad. Animo a los promotores de la idea a no desfallecer y desde
aquí ofrezco mi humilde contribución, si fuera necesario.La cueva de Maltravieso, en 1960
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