miércoles, 3 de noviembre de 2021

El parador del Cuco

 

     Isaac se levantó aquel día muy tempano (de esto hace casi cien años). Después de prender el candil,  embrocó la jofaina y, frente al espejo del palanganero, en la misma alcoba y en silencio para no despertar a Petra, se aseó y se afeitó, colocándose  el sombrero ligeramente ladeado. La luna llena todavía hacía brillar motas de rocío sobre los gorrones cuando salió a la calle con la pelliza puesta  camino de la cuadra, inspirando el frío hálito de la madrugada. Cantaban ya los primeros gallos. Con maestría pertrechó la  burra echando la manta y apretando la cincha y la barriguera. Las alforjas ya estaban preparadas del día anterior  con la mercancía; le colocó el bridón con las antiojeras y la sacó a la calle tirando del cabresto. Arre, burra.


   Era un viaje incómodo, pero que realizaba con optimismo dos veces al año. Requería dormir  fuera de casa y suponía la entrega del calzado encargado en el verano, tarea artesanal en la que había estado trabajando en el taller de  la planta alta, aquel de olor a cuero y betunes, con suelo de madera y balcón a la calle, donde las hormas de madera colgaban de la pared como exvotos ortopédicos en Lourdes. Pero la ruta también suponía el cobro de los encargos y el alivio de la economía familiar, pues los huertos  no daban  para el sustento.

   Las primeras luces del alba rompieron el horizonte cuando Isaac y su burra, azotados por fuerte viento de costado con humo de carboneras, cruzaban el Arroyo de las Viñas llegando a Portezuelo; pero no se detuvo, pues los clientes que allí tenía solían acercarse a Acehúche a recoger ellos mismos sus pedidos. Vigilado desde lo alto por el legendario castillo de Marmionda, Isaac enfiló su jumento hacia las cuestas de Cuatro Pies en dirección a Torrejoncillo, primera e importante etapa. Una vez que ambos descansaron brevemente junto a la Rivera de Fresnedosa, entraron en la población, como siempre, por la calle Barrio Nuevo. Olía agradablemente a lumbre de encina y se percibía trajín y bullicio de fraguas, talleres tinajeros y telares.


Isaac entregó y cobró varios trabajos, y cambió unos botines por una manta de rayas. Y puso rumbo al camino de Portaje para que no le alcanzara la tarde menguada del otoño. En  Cachorrilla y Pescueza (donde echó un bocado) se entretuvo poco. Cruzó el Alagón por la Aceña de Morales, y usando viejas veredas de herradura, traspuso Casillas de Coria y Casas de Don Gómez, donde entregó unos zapatitos de charol para la pequeña Nati, la del estanquero. Atardecía rápido. Cansado, arribó al fin al parador del Cuco para hacer noche. Al día siguiente aún le esperaba Huélaga, la cuesta de Monteviejo y Moraleja, y un largo regreso de ocho horas. 

  El parador del Cuco era todavía como una venta cervantina, con un pequeño establo para las bestias. Había una habitación con tres candiles y seis jergones de lana sobre tablas a modo de camas, donde los huéspedes se entregaban al sueño más por el agotamiento del camino que por la comodidad del catre; y un zaguán con  pozo y chimenea junto a la gruesa mesa de madera negra.


    Las ruinas del viejo parador del Cuco han sido recientemente arrasadas por una excavadora, y en sus piedras amontonadas, como en una postrera  penitencia,  parece percibirse al anochecer el lamento etéreo de tantos viajeros que dieron testimonio de una dura época fenecida. Como mi abuelo Isaac.

 

4 comentarios :

  1. Una historia real de Acehúche. ¡¡¡GRACIAS!!!-

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    1. Bueno, basda en hechos reales. Mi abuelo me contaba esas andanzas de su juventud. Calculo que sería por los años 1928-30. Si escalamos en nuestras respectivas genealogías, es posible que tengamos parentesco. Un saludo,
      Alfonso Callejo Carbajo.

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  2. Buenos días,me a encantado está historia,muy bien redactado,y es una alegría poder leer historias de antaño sobre,en mi caso,de mi pueblo,Casas De Don Gómez,hay poco escrito sobre este pueblo,sólo decir que el sitio que hace mención del pueblo,cuando se para a descansar...para.luego seguir a huelaga,se llamaba,el parador de la justa,el parador del cuco,es el que está enfrente al otro lado de la carretera,y como anécdota,la dueña enfriaba las botellas de cerveza dentro de un pozo que hay,las bajaba con una cuerda...y a veces se le caían dentro del pozo,al día de hoy,todavía se puede encontrar alguna botella dentro del pozo, enhorabuena por el artículo,un saludo

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    1. Gracias por tus impresiones y recuerdos. El protagonista de esa historia es mi abuelo Isaac, zapatero de Acehúche, que me contaba de pequeño sus andanzas. Me decía que Casas de Don Gómez "tenía las calles muy anchas". Mira por donde, en Casas de Don Gómez vivo ahora la mitad del año. Un saludo.

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