lunes, 25 de octubre de 2010

Consorcios y Fundaciones

Los últimos dictámenes de jurados que afectan a pretensiones de nuestra Comunidad han determinado que la Universidad de Extremadura no será  nombrada  Campus de Excelencia Internacional, ni Cáceres lucirá tampoco el título de Capital Europea de la Cultura en 2016 tras el fracaso del primer corte, planteándose ahora los responsables de la candidatura  el reto de concursar de nuevo para obtener el de Ciudad de la Ciencia y la Innovación. Pasaron definitivamente los tiempos en los que era suficiente lucir en el escudo de la ciudad aquello de “muy noble y muy leal”. El origen de estos vahídos de titulitis que aquejan con fuerza actualmente a algunas poblaciones parece claro que está en los dineros que se obtendrían  tras (o durante) la consecución del objetivo. En una época de crisis como la que padecemos donde es tremendamente difícil la generación de recursos propios para acometer cambios urbanísticos y de infraestructuras que permitan dar importantes saltos cualitativos en el diseño de futuro de una ciudad, se comprende que es tentadora la pretensión de conseguir todo esto por la vía rápida, merced a ostentar la sede de un importante evento nacional o internacional que atraiga inversiones y visitas, en cantidad impensable de otro modo. Eso está ocurriendo en el caso de Cáceres; da la impresión de que todo pasa por el logro frenético del maná de un nombramiento, sea el que sea, creando y disolviendo organismos temporales al son de proyectos presentados y fiascos recibidos (aprendizaje por “ensayo y error” llamaban a esto en la facultad de Psicología).
      No son pocas ya las voces que abogan por la creación, con carácter estable y permanente, de una verdadera Fundación que sea ajena a los vaivenes y caprichos políticos que puedan surgir en  cada legislatura. Está muy claro que en Cáceres esa fundación tendría como centro de actuación la conservación de la Ciudad Monumental que es, hoy por hoy, el sustento del único y verdadero título que podemos lucir: “Ciudad Patrimonio de la Humanidad”. Las ciudades integrantes de este grupo siguen siendo privilegiadas habas contadas. Cabe preguntarse: ¿se ha explotado suficientemente este nombramiento desde 1986 para lograr las excelencias diversas que catapultarían a Cáceres a lugares apetecidos en lo que respecta a turismo y cultura?  Me temo que no, a pesar de que la Concejalía de Turismo actual es de las mejores que hemos visto en los últimos lustros. En general, nos hemos limitado a lucir simplemente el título, como esos médicos mediocres que lo exponen, en color crecientemente sepia, en el centro de la sala de espera de su consulta. Sinceramente, hasta dudo de que hicieran falta más títulos y de que sean necesarios consorcios específicos cada vez que se plantea la obtención de algún evento para la ciudad mediante concurso.
     La creación de una fundación (o patronato, o comisión, el nombre es lo de menos) con intervención de distintos estamentos y administraciones, que velara por la correcta conservación y gestión del legado histórico cacereño, descargaría  de responsabilidad al ayuntamiento de turno por su carácter técnico e interdisciplinar, pues la complejidad de las variables que intervienen en un centro histórico de este calibre suele desbordar los limitados recursos y competencias municipales. Podrían además eliminarse esas curiosas trifulcas administrativas que se dan actualmente: ¡no se sabe de quién es competencia arreglasr las murallas!. De esta fundación permanente en el tiempo, con suficiente autonomía técnica y con los fondos económicos que ahora se aprueban fragmentariamente para intentar conseguir acontecimientos aislados, podrían emanar perfectamente cuantos proyectos consensuados e iniciativas se tomaran en el futuro con el fin de afianzar las expectativas culturales y de vanguardia que se pretenden. Eso significa, entre otras cosas, ser Patrimonio de la Humanidad. Solo hay que tener voluntad política y vencer la pereza partidista.

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