Contemplando las imágenes festivas del rescate de los mineros chilenos y el radiante encuentro con sus familias, uno no puede por menos que acordarse de otros episodios donde los interesados no tuvieron la misma suerte. Al contrario de lo que ha ocurrido con los supervivientes de Atacama, con un país paralizado y volcado en su rescate sin escatimar plata ni ayuda internacional, aquellos desdichados 108 marinos rusos perecieron hace diez años en el interior del submarino Kursk a cien metros de profundidad en las heladas aguas del mar de Barents. Si recuerdan, las autoridades rusas, lejos de iniciar de inmediato el rescate, cuando todavía estaban los tripulantes con vida, silenciaron el accidente tanto a la opinión pública como a sus familiares, y rechazaron la ayuda que les ofrecieron Noruega y el Reino Unido. Por lo visto eran más valiosos los secretos nucleares que transportaba el K-141 que aquellas vidas malditas que se fueron apagando lentamente dentro de un ataúd de acero en la soledad del Polo Norte mientras los golpes que los supervivientes daban en el casco se hacían cada vez más imperceptibles.
Esto da pie a pensar si el valor de la vida humana es distinto dependiendo de la latitud geográfica donde se ha nacido, porque todos sabemos también cómo son los rescates “a la rusa” en caso de secuestros masivos o revueltas separatistas en los que las fuerzas de intervención no se paran a considerar las víctimas inocentes caídas por fuego amigo, con tal de aniquilar a sus oponentes. Aun admitiendo la diferente naturaleza de estos dos sucesos, en ambos casos debió ser lo primero pensar en salvar vidas. Chile ha dado al mundo un majestuoso ejemplo de humanidad, nobleza y patriotismo al implicarse en este rescate como prioridad nacional, al grito de “¡Chi-chi-chi, le-le-le!” y ha conseguido, merced a la televisión, que cientos de millones de habitantes de este planeta conozcan ahora mejor a ese lejano país estrechito y largo. La luz fulgurante que intuían los mineros a medida que emergían de la tiniebla de su encierro ha borrado definitivamente a los ojos del mundo la oscura sombra que el espectro de Augusto Pinochet todavía proyectaba sobre el conocimiento del país andino. Mientras, a los familiares de los marinos del Kursk, cuyo silencio fue comprado por el Kremlin, solo les queda depositar a escondidas, en cada aniversario, unas flores en el monumento levantado en San Petersburgo para honrar una memoria manipulada y falsa.
Gracias por compartir tu espacio. Siempre es grato encontrar por aquí a los amigos y no perder el contacto.
ResponderEliminarNo puedo estar más de acuerdo con tu artículo "Mineros y marinos". Lo ocurrido en Chile ha sido una lección para todos y de ese tipo de noticias está necesitado el mundo, sobre todo cuando pone en evidencia que otros, ante casos parecidos, obraron sin humanidad; un buen ejemplo el que nos aportas, y hay muchos más.
Te deseo mucha suerte en este nuevo proyecto bloguero.
¡¡FELIZ ANDADURA!!
Un abrazo.
Gracias, Pilar. Se dice ya por ahí que esto de los blogs ha sustituido a lo de escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol. cada vez lo ponen más fácil!
ResponderEliminarUn abrazo,
Alfonso.