miércoles, 21 de diciembre de 2011

Lotería


     Mañana, el soniquete característico de los niños del colegio de San Ildefonso volverá a ser, un año más, la música de fondo del café con churros en el bar de la esquina, esa banda sonora de ilusiones lejanas que ameniza la cola de la carnicería. El sorteo de lotería de Navidad con toda su parafernalia de estribillos y vueltas de bombos, para todos es evocación universal del inicio de vacaciones escolares y preludio de unas  sensaciones imperecederas que comenzaban con el sabor del mazapán y concluían con la visión de los regalos junto al zapato,  no importa que fuera un triciclo o una simple culebrilla de harina con anises en una cajita de cartón: habían venido los Reyes, y basta. También esto era una lotería aceptada como capricho del destino.
    Las colas ante la administración de doña Manolita, esa Meca facilitadora de paraísos sin hipoteca,  son desde hace más de un mes como una peregrinación multirracial de toda condición: desde inmigrantes, parados y desahuciados que portan una imagen de San Pancracio o que frotarán luego el décimo conseguido en la imagen de San Judas Tadeo para ver si por fin los saca de ignominia, hasta personas acomodadas que anhelan todavía más volumen financiero porque están hechas a un estilo de vida que puede peligrar si vienen mal dadas en el futuro. Porque la universalidad de este sorteo perfila una lotería para pobres y otra para ricos: la suerte, como la Justicia, tiene una venda en los ojos y no entiende de escalafones sociales. Ahí tenemos a Carlos Fabra, a quien tocó la lotería nueve veces en diez años por un total de casi tres millones de euros, periodo durante el cual la declaración de la renta le salió a devolver. Qué suerte tienen algunos.
     Ahora que tener un sueldo no es una garantía para nadie, ni para un funcionario, porque puedes dejar de tenerlo en cualquier momento, ni se pueden tampoco planificar los últimos años de la vida, ya que la pensión cada vez dará para menos viajes del Imserso, la lotería se erige como un verdadero sistema de reparto, como una Seguridad Social pero a lo bestia. Porque está visto que salir de los apuros poquito a poco se suele hacer demasiado largo, es mejor hacer oposiciones a una solución definitiva que tan solo requiere 20 euros de derechos de examen. Preparemos ya la lista de nuestros números, veamos si nos falta una terminación en 7, cojamos la papeleta de la frutería, no sea que toque, porque ya está aquí el sorteo de Navidad, ya están aquí los niños, escuchen…

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