viernes, 24 de julio de 2015

Justicia para un enano



     En el verano de 2006 Plutón dejó de ser considerado planeta. Entonces escribí: “este pequeño astro, feliz colega desde 1930 de venerables gigantes como Júpiter y Saturno, ha sido despojado de su alcurnia planetaria y rebajado en sus funciones hasta hacerlo desaparecer de aquella lista emblemática, como un equipo que desciende de categoría en los despachos tras el fallo inapelable de un juez único; como el comandante degradado a cabo primero tras un consejo de guerra precipitado y sumarísimo”.


     Entonces, cuando se acuñó el término de “planeta enano”, comentaba que yo siempre me identifiqué con Plutón, pues me he encontrado cómodo perteneciendo a grupos o sistemas de algún empaque, pero manteniéndome alejado de vanidades o petulancias. Me gusta que me conozca en profundidad solo quien tenga verdadero interés en acercarse, y en este sentido casi siempre me he rodeado de amistades plutonianas, con una visión afín del universo social. Hace una década atravesaba un cierto bache existencial y me sentía un poco como Plutón:  desplazado más allá de las lejanas fronteras del reconocimiento y el aprecio, como si deambulara perdido fuera del cinturón de Kuiper junto a otros vulgares asteroides. Para mí fueron tiempos de jueces implacables con licencia para crear nuevas categorías al amparo de una pedante ambición innovadora; cuando la edad te va creando dificultad para amoldarte a los cambios, notamos que nuestros esquemas se descolocan.

     Hoy estoy feliz de que, más de nueve años después, la nave New Horizons se haya acercado lo suficiente a Plutón para desvelar sus cualidades, su verdadera imagen y características, de las que ahora todos hablan. Plutón, ese enano, ha vuelto a ser durante unos días un gigante en las pantallas de la NASA, el centro de la información científica mundial rememorando los tres cuartos de siglo en los que fue rotundo colofón de nostálgicos estribillos escolares, los que compartieron con Wamba y Don Rodrigo la ultimidad gozosa de aquellas retahílas que ponían a prueba la memoria en cualquier materia o asignatura, desde los diez mandamientos hasta el sistema periódico. Y coincidiendo con ello mi atmósfera también se ha aclarado es este tiempo, mis traslaciones son más conocidas y exactas aunque no pertenezca de hecho a un grupo de planetas caracterizados por la ostentación y el desdén. Como Plutón, he buscado mi propia órbita –retirada pero cómoda- que percibo ya despejada de basura cósmica. Las cenizas de Clyde Tombaugh, descubridor de Plutón en 1930, han viajado en la sonda norteamericana durante nueve años y medio y vagarán por el Universo más allá del sistema solar todavía un puñado de años. Me da una gran paz pensar en ello.
Así he deseado siempre que sean mis pensamientos, mis conceptos de las cosas: libres, abiertos, no importa que alejados. En estas tórridas noches de julio, donde me es dado mirar largamente el firmamento estrellado, me sorprendo en un sentimiento de agradecimiento. Gracias, Plutón. Me has enseñado muchas cosas y para mí nunca serás enano.

No hay comentarios :

Publicar un comentario