viernes, 17 de julio de 2015

La hucha



La primera hucha que recuerdo vagamente haber tenido era de hojalata; la moneda se colocaba en un soporte y, accionando una manivela, un pajarraco la introducía con su enorme pico en sus oscuros dominios, donde caía con estrépito junto a sus compañeras de infortunio (la mayoría perras gordas y dos reales de aquellos del agujero). El estímulo hacia el ahorro que imperaba en casa –sin duda por haber atravesado sus moradores circunstancias difíciles como “el año del hambre” que alguna vez relataban- me hizo conocer a lo largo del tiempo otras huchas, la última tan sofisticada como una caja fuerte en miniatura con su clave secreta  y todo,  que jamás me era revelada. Haré mención también a otra hucha de apertura magnética que solo podía ser manipulada en la Caja de Ahorros, siendo su pesado contenido destinado periódicamente, cual desterrado en Melilla, a convertirse en la vil anotación en una cartilla de ahorros, despojada así de todo aditamento metálico, lo que yo entendía por dinero.

     Pero sea cual fuere el sistema de apertura de todas aquellas huchas, también recuerdo que siempre me las ingenié para extraer secreta y fraudulentamente algunas sisas para cromos, golosinas y otros vicios, convirtiéndome en un hacker de mis propios ahorros. Fabriqué ganzúas para cerraduras, artilugios con imanes para la de la Caja y tantas horas pasé probando combinaciones que al final la ley de probabilidad también se rindió ante mí, dando con las malditas letras de la caja fuerte. Así, mis huchas  nunca alcanzaron contenidos espectaculares ni cumplieron con la finalidad de garantizar la adquisición lejana de tal o cual costoso artículo.
     Me vienen a la memoria estas andanzas añejas de ahorro subvertido cada vez que escucho que el gobierno mete mano en la “hucha de las pensiones”. Según las últimas informaciones, de manera análoga a lo que ocurrió con todas mis maltrechas huchas, este fondo de reserva está ahora en la mitad de lo que llegó a atesorar hace algunos años, cuando las vacas gordas permitían hacer aportaciones al mismo. Los Pactos de Toledo autorizan a retirar de este fondo las cantidades necesarias para hacer frente al pago de las pensiones contributivas en “ciclos económicos bajos”. Lo que ocurre es que ni los más pesimistas auguraban que la bajeza del actual ciclo se prolongara tanto tiempo.
Los estudios que se realizan sobre el futuro de este remanente tampoco son halagüeños: en los próximos años comenzará a jubilarse la generación del baby boom. Además, la elevación de la esperanza de vida (es decir, “vivir más de lo esperado”, como diría Christine Lagarde) hace aumentar significativamente el montante destinado a pensiones. Consultoras americanas pronostican a este fondo de reserva una vida útil de pocos años, incluso en el caso de que el desempleo bajara al 10% y aumentaran así los cotizantes. Resumiendo: las huchas (no importa el tamaño) siempre son pan para hoy, hambre para mañana. Van a tener razón los que nos aconsejan la hucha paralela de un plan de pensiones.




No hay comentarios :

Publicar un comentario