La
primera hucha que recuerdo vagamente haber tenido era de hojalata; la moneda se
colocaba en un soporte y, accionando una manivela, un pajarraco la introducía
con su enorme pico en sus oscuros dominios, donde caía con estrépito junto a
sus compañeras de infortunio (la mayoría perras gordas y dos reales de aquellos
del agujero). El estímulo hacia el ahorro que imperaba en casa –sin duda por
haber atravesado sus moradores circunstancias difíciles como “el año del
hambre” que alguna vez relataban- me hizo conocer a lo largo del tiempo otras
huchas, la última tan sofisticada como una caja fuerte en miniatura con su
clave secreta y todo, que jamás me era revelada. Haré mención
también a otra hucha de apertura magnética que solo podía ser manipulada en la
Caja de Ahorros, siendo su pesado contenido destinado periódicamente, cual
desterrado en Melilla, a convertirse en la vil anotación en una cartilla de
ahorros, despojada así de todo aditamento metálico, lo que yo entendía por
dinero.
Pero sea cual fuere el sistema de apertura
de todas aquellas huchas, también recuerdo que siempre me las ingenié para
extraer secreta y fraudulentamente algunas sisas para cromos, golosinas y otros
vicios, convirtiéndome en un hacker de mis propios ahorros. Fabriqué ganzúas para
cerraduras, artilugios con imanes para la de la Caja y tantas horas pasé
probando combinaciones que al final la ley de probabilidad también se rindió
ante mí, dando con las malditas letras de la caja fuerte. Así, mis huchas nunca alcanzaron contenidos espectaculares ni
cumplieron con la finalidad de garantizar la adquisición lejana de tal o cual
costoso artículo.
Me vienen a la memoria estas andanzas
añejas de ahorro subvertido cada vez que escucho que el gobierno mete mano en
la “hucha de las pensiones”. Según las últimas informaciones, de manera análoga
a lo que ocurrió con todas mis maltrechas huchas, este fondo de reserva está
ahora en la mitad de lo que llegó a atesorar hace algunos años, cuando las
vacas gordas permitían hacer aportaciones al mismo. Los Pactos de Toledo
autorizan a retirar de este fondo las cantidades necesarias para hacer frente
al pago de las pensiones contributivas en “ciclos económicos bajos”. Lo que
ocurre es que ni los más pesimistas auguraban que la bajeza del actual ciclo se
prolongara tanto tiempo.
Los estudios que se realizan sobre el futuro de este remanente
tampoco son halagüeños: en los próximos años comenzará a jubilarse la
generación del baby boom. Además, la
elevación de la esperanza de vida (es decir, “vivir más de lo esperado”, como
diría Christine Lagarde) hace aumentar significativamente el montante destinado
a pensiones. Consultoras americanas pronostican a este fondo de reserva una
vida útil de pocos años, incluso en el caso de que el desempleo bajara al 10% y
aumentaran así los cotizantes. Resumiendo: las huchas (no importa el tamaño) siempre
son pan para hoy, hambre para mañana. Van a tener razón los que nos aconsejan
la hucha paralela de un plan de pensiones.
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