En mi actividad profesional he conocido
familias con una deficiente administración en el hogar; el convencimiento de
tener solucionado el sustento y la tentación de poseer cada vez más elementos superfluos
que inducía una sociedad consumista, aquella que nos dslumbró con el "estado del bienestar", convirtió la vida de estas familias con
capacidad de ahorro en una absoluta
dependencia del crédito. Coches de alta cilindrada, costosos viajes… para eso
estaban los préstamos y las tarjetas. Pero como en el cuento de la cigarra y la
hormiga, nadie se acordó de la llegada del invierno, es decir, las vacas flacas
que nos trajo Lehman Brothers.
Las cuotas crediticias mermaban cada vez más los devaluados sueldos, en el peor
de los casos sustituidos por un subsidio de desempleo. Estos ahogos podían ser
paliados momentáneamente por una refinanciación hipotecaria, a costa de estar
entrampados para los restos. Hay que ver lo que cuesta cambiar el estilo de
vida y las inercias sociales, pues al ver este alivio en las cuotas muchos
volvían a las andadas de gastos evitables.
Pongamos nombre a esta familia: Grecia,
paradigma de mala administración, cuyo advenimiento al club de la UE nunca
estuvo sustentado en una economía que
permitiera las alegrías de otros socios que habitaban en el mismo rellano de la
escalera. Sin embargo, los funcionarios griegos podían prejubilarse en buenas
condiciones con 45 años. Ahora ya no puede pagar ni los intereses de lo que
debe. El BCE es la entidad bancaria que les financia una y otra vez, hasta que
reiterados incumplimientos de pago presagian una morosidad endémica. En el
momento de escribir estas líneas parece que hay un principio de acuerdo para
que los griegos modifiquen algunas de sus costumbres a cambio de nuevas líneas
de crédito, pero la losa de su deuda seguirá siendo cada vez más pesada y sus
acreedores, encabezados por BCE y FMI,
no van a renunciar fácilmente a sus intereses.
Quiero decir con todo esto que lo de
Grecia no se ha acabado ni mucho menos, aunque ahora suba la bolsa. Al presidente Tsipras le va a costar explicar a
sus votantes que hay que renunciar a casi todas sus promesas electorales (que
realmente comenzaron a desaparecer al mes siguiente de su llegada): no solo no
se ha tumbado el programa de rescate internacional,
tampoco se va a revertir la senda de austeridad y las
reformas pedidas por Europa. El partido gobernante Syriza es una familia venida
a menos que tiene en España unos primos hermanos con unos postulados
electorales muy parecidos. Creo que la firmeza de las instituciones europeas en
el caso griego ha querido ser también un aviso a navegantes para que dirijan
sus buques hacia las aguas remansadas de la realidad. Qué bueno sería que todos
se hubieran conducido por esa senda intermedia que discurre entre el
despilfarro y la austeridad dolorosa. Ahora no habría tantos pobres ni razón
para recordar las palabras de Platón: “la
pobreza no viene por la disminución de las riquezas, sino por la multiplicación
de los deseos”.
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