jueves, 11 de junio de 2015

Cargos y sueldos



  La fragmentación política a la que tendemos en estos tiempos está introduciendo nuevos escenarios, donde a partir de ahora habrá que representar la actividad pública. La bandera de la llamada regeneración democrática, impuesta por las nuevas formaciones con creciente representación, se está sustanciando en exigencias de cambios, en algunos casos copernicanos, como el que afecta a los emolumentos económicos de los cargos públicos.

    Actualmente muchos de estos cargos provienen de una verdadera profesión política con ocupación de desempeños  por espacio de mucho tiempo (veinte años o más de alcalde, diputado, consejero, asesor, puesto de confianza, etc.), hasta el punto de que los hay que realmente saben hacer muy poco fuera de la política. Es muy recomendable la lectura del libro “¡Mamá, quiero ser político!”, de los periodistas Sandra Mir y Gabriel Cruz, donde también se describen detalladamente las cantidades percibidas por los representantes electos y otras prebendas económicas, como las asignadas una vez terminada su función: sería el caso de ex ministros o ex presidentes autonómicos. Hasta hace unos años, incluso en el caso de ser elegido para una sola legislatura y no perpetuarse, los sueldos percibidos podían estar en consonancia con los de la vida profesional previa a entrar en política de un abogado, notario o ingeniero. Pero la situación se ha dado la vuelta como un calcetín: los partidos emergentes están formados mayoritariamente por candidatos jóvenes cuya procedencia es la situación social sobrevenida: el mileurismo, la precariedad laboral, el paro y el subempleo. Es decir, tienen poco que perder al entrar en política.



     De ahí que este recambio de cargos electos posibilite que se propongan medidas como, por ejemplo, limitar el sueldo de un alcalde o un consejero autonómico a tres veces el salario mínimo, menos de dos mil euros brutos al mes, alrededor de 1.600 netos; esta es una cantidad difícil de encontrar ahora en un trabajo en la calle, pero… ¿es  suficiente para responsabilidades que requieren dedicación exclusiva y muchas horas de “marrones? Porque esta austeridad también puede  desincentivar a personas con valía y hacerlos huir de la política. O, a lo peor, generar la tentación de completar sus necesidades de otra manera; Émile Zola decía que la honradez absoluta no existe en mayor cantidad que la salud perfecta. En todos nosotros hay un fondo de codicia, al igual que hay un fondo de enfermedad.


     Habrá casos y casos, no es lo mismo un alcalde de pequeño municipio que el de una ciudad media, pero si queremos que nos representen los mejores, los más preparados, los más equilibrados y con mejor criterio, que lo hayan demostrado en sus desempeños profesionales, entonces no los podemos desactivar con un sueldo “regenerativo” porque simplemente no vendrán. No se puede confundir transparencia con cicaterismo. La regeneración es otra cosa: evitar duplicidad de cargos, ajustar las incompatibilidades, eliminar sobresueldos o dietas injustificadas, las rentas vitalicias, limitar mandatos, perseguir a los que meten la mano e incluso restringir las puertas giratorias y los emolumentos desproporcionados. Pero un sueldo digno –en la política y en cualquier sitio- debería estar a salvo porque es perfectamente compatible con esa decencia que todos pretendemos.

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