jueves, 24 de diciembre de 2015

Esta noche



     Las noches albergan posibilidades múltiples, muchas veces contradictorias. La noche normalmente está concebida para descansar de la actividad diurna y entregarse a la necesaria recarga biológica del sueño. Pero también admite la posibilidad de postergar la somnolencia y usar esas horas para finalidades diversas, como la diversión en estas fechas de cenas de empresa, con amigos o familiares.
 La percepción del tiempo en una noche viene determinada por el grado de satisfacción de la actividad que se desarrolle durante la misma. Todos hemos usado alguna vez la expresión “una noche larga” para referirnos a situaciones de angustia o incomodidad: las que se pasan en el hospital asistiendo a un enfermo;
peor aún, las del velatorio, donde a la falta de sueño y descanso se une la tristeza propia de una situación dramática. También pueden ser noches largas las que siguen a una jornada electoral como la del domingo, donde las cábalas y quinielas inciertas llenan las horas hasta el alba. O, en sentido positivo, la de desenfreno que pasaron hace dos días los agraciados con “el gordo”.

     Las noches, por tanto, pueden ser largas y además tristes, como aquella en la que Hernán Cortés fue derrotado por los aztecas y expulsado de Tenochtitlan. Se dice que en la “noche triste” el conquistador extremeño lloró la pérdida de su ejército  junto a un árbol, cuyo gran tronco seco todavía se conserva en Ciudad de México.
Noche triste también es la del tango de Carlos Gardel de este título, con sus rasgadas estrofas: “cuando voy a mi cotorro / y lo veo desarreglado / todo triste, abandonado, /me dan ganas de llorar; /. El domingo fue noche triste, aunque casi nadie lo manifestó, en prácticamente todas las sedes políticas, ya que  pocas fuerzas alcanzaron sus expectativas. Así la definió, por ejemplo, EH Bildu al quedarse en la tercera parte de lo que era. Tampoco fue alegre precisamente para IU al quedar reducidos a la mínima expresión parlamentaria; ni por supuesto para UPyD y Unió, que han puesto fin a sus respectivas trayectorias representativas. Pero este año ha habido noches mucho peores, mucho más tristes y largas como la del 13 de noviembre en la sala Bataclan de París.

          Por eso, como ya estamos bien servidos de noches tristes y largas, siempre han existido fechas emblemáticas en todas las culturas cuya celebración se pierde –precisamente- en la noche de los tiempos. El guarismo que marca hoy el calendario tiene un apellido que invita a la concordia y el consuelo de nuestros allegados; al disfrute sano y el olvido de miserias; al aparcamiento de fracasos y exaltación de momentos gozosos. Esta noche debe ser la de las botellas medio llenas y no medio vacías. La de los proyectos de futuro y  no lamentos del pasado. Yo nunca he pertenecido a esa facción resentida y censuradora que odia la Navidad; creo que la tradición tiene un fondo constructivo si se sabe ver sin despecho. Por eso aquí me atrevo a desearles Feliz Nochebuena.

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