Recuerdo aquellos justificantes escritos de
puño y letra por nuestros padres que atesorábamos en la cartera como un
salvoconducto de Miguel Strogoff, cuando alguna indisposición o contratiempo
había impedido realizar el trabajo en casa y que el maestro leía en clase con
aire circunspecto, como la prueba irrefutable de un abogado defensor que echaba
por tierra la casi segura reprimenda...
En nuestros días esos justificantes tienen formato estándar
y se pueden descargar en la web de CEAPA.
Dice así: "en virtud de los derechos que me asisten, he priorizado las
actividades familiares, como no podía ser de otra manera y, por tanto, los
deberes escolares de mi hijo/a no han podido ser atendidos”.
Si ustedes pertenecen a una generación que creció
haciendo deberes en casa, les ruego que echen la vista atrás y calibren si esta
circunstancia los convirtió en niños infelices o si les impidió quemar calorías
jugando al rescate, al escondite, a la pica o a la comba. Porque escuchando al
presidente de esta confederación de padres/madres de alumnos/as parece que nos
hemos equivocado de película: “los deberes dejan a nuestros hijos sin infancia
y adolescencia. Pertenecen a un modelo educativo caduco, basado en libros de
textos para niños que son nativos digitales”.
![]() |
José Luis Pazos. CEAPA |
La huelga de deberes ya está servida. Y
nuestros niños tendrán tiempo de sobra
para conciliar la vida familiar con sus
padres. Yo vaticino que sus ojos brillarán más y sus semblantes se iluminarán,
pero no por el juego o la fantasía de su mundo, sino debido a la mayor reverberación
de las pantallitas de sus móviles, como buenos nativos digitales que son. Los
niños hace tiempo que desertaron de calles y
parques; y dudo bastante que sus padres usen ese tiempo extra para
visitar museos con ellos.
La mojigatería de una pedagogía amanerada,
con base en Change.org, centrada con
artificiosos melindres en la felicidad
del niño, está detrás de estos movimientos “renovadores” que apela a datos de
la OCDE (siglas que la mayoría ignora su significado pero que todos usan cuando
las estadísticas apoyan sus tesis). Ahora les planteo yo estas cuestiones: ¿y
qué pasa con la conciliación de los maestros y profesores? ¿Cuánto tiempo dedican
fuera de su horario lectivo obligatorio a preparar las clases, diseñar
actividades, corregir ejercicios, atender tutorías, redactar memorias o asistir
a claustros? ¿Tendrán que declararse también en huelga de tardes caídas?
Seamos serios, este es un debate que no
favorece a ningún pacto educativo y que concluye fácilmente yendo contra los
deberes excesivos. Los casos
extremos, que también los habrá, sí que podrían provocar agobio y rechazo al
aprendizaje. Centrémonos en cuantificar qué es lo razonable.
Los pedagogos que
no juegan a politiquillos siempre han dicho que las tareas escolares dentro de
parámetros asumibles fomentan la disciplina, la organización y la
responsabilidad, además de ser una oportunidad para que las familias
interactúen y se impliquen en el desarrollo intelectual de su hijo/a. Yo
recuerdo, por ejemplo, que gracias a ellos comencé a leer libros y a ir a la
biblioteca. Las energías de este contencioso deberían dirigirse hacia la
búsqueda de un término medio, pero ese virtuosismo desahuciado no se encuentra
ya en un mundo sectario inundado de maximalismos, donde la insumisión es la escapatoria
más socorrida.
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