miércoles, 23 de marzo de 2022

Nostalgia del Sáhara

     Ifni, capital Sidi Ifni; Sáhara Español, capital Aaiún; Guinea Española, capital Bata, y las islas de Fernando Poo, Annobón, Corisco, Elobey Grande y Elobey Chico. Y todo esto recitado cantarinamente en clase de Geografía, eran los últimos jirones del imperio colonial español (junto a Ceuta,  Melilla y sus islotes), que todavía figuraban en la escolar Enciclopedia Álvarez y que recuerdo haber aprendido de memoria en los desdibujados años de la infancia. Puestos a recordar, y como hoy toca un poco de nostalgia, en los “discos dedicados” de aquellos lejanos fines de semana de los sesenta, abundaban las dedicatorias de las novias de los quintos que a través de la radio expresaban antes del sorteo un deseo anhelante y repetitivo: “para que no le toque a África”.


     No muchos años después de esto, coincidí en un campamento de la Organización Juvenil Española (OJE), con un contingente saharaui, jóvenes españoles de lejanas y abrasadoras provincias, de piel morena y en principio diferentes, pero que cantaban “Un rayo de sol, oh, oh, oh” y contaban chistes verdes como nosotros. Eran todavía los tiempos en que se emitían sellos de Correos del Sáhara y la mtrícula de los coches era SH. Por último, en este periplo nostálgico por épocas de evocaciones brumosas, miren por dónde, al entrar en filas me tocó “a África”, a lo poquito que allí nos queda, una vez desposeídos de aquellos territorios por la presión descolonizadora internacional y el oportunismo soez del “amigo” Hasán II, que aprovechó el lecho de muerte de su compañero de caza para lanzar la Marcha Verde sobre el Sáhara. Algunos oficiales de la Legión reubicados en Regulares nos contaban sus andanzas en el Sáhara, y en un frío y lluvioso invierno norteafricano nos abrigábamos todavía con “el chaquetón del desierto”, prenda de los también reubicados almacenes de equipamiento de aquella procedencia saharaui.


   La reciente decisión del gobierno español de dar por bueno el plan de Marruecos de otorgar una autonomía bajo soberanía alauí a la antigua colonia española, cercenando las aspiraciones de autodeterminación saharaui y contraviniendo la posición de las Naciones Unidas (y la propia postura histórica del PSOE), se me antoja como un lamentable blanqueo de la Marcha Verde 47 años después. Si ya fue indecorosa la partida de los legionarios de El Aaiún metiendo la cabra en el avión al avistar las banderas verdes de Hasán II, este requiebro me parece una nueva indignidad para con un pueblo que aún tiene habitantes que conservan su viejo carnet de identidad español, que hablan nuestro idioma y confiaron siempre en que la antigua metrópoli apoyaría sus aspiraciones nacionales.


 La nostalgia de haber aprendido aquella geografía cantarina, de haber sido compatriota de unos jóvenes compañeros de campamento, algunos de los cuales tal vez perdieran después su vida luchando contra Marruecos en el Frente Polisario, se entremezcla hoy con un incómodo sentimiento de vergüenza, como cuando dejamos de contestar a las cartas de un amigo de la infancia que solo nos pedía que no lo olvidáramos. Si Carrero Blanco le dijo a Pardo de Santayana en 1957 que defendiera el Sáhara “como si de Cuenca se tratara”, Pedro Sánchez acaba de quemar el último vínculo -ya enclenque- con un pasado que todavía se añoraba.

 

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