El sector de la construcción está en plena crisis, pero no solo del ladrillo. La construcción europea tampoco avanzará sin una verdadera conciencia colectiva, que no se ve ni por el forro; es evidente que en el continente sigue instalado un proteccionismo que mira a los demás desde la reticencia, la acusación infundada y la consideración de sus estados miembros como elementos ajenos causantes de problemas a los que no importa hundir si es preciso. No se conocen los resultados de los análisis de agua y tierra de las explotaciones agrícolas donde se tiene alguna sospecha de haberse desarrollado la bacteria causante de intoxicaciones graves en Alemania. Hay personas ingresadas que no han probado un pepino en meses. Se han detectado pepinos contaminados procedentes de Holanda. Pero se han alzado las voces alarmadas de la vieja Europa: “has sido tú” y se han apresurado a poner apellido al problema: ya no se habla de otra cosa, sino de “pepinos españoles”, y algún diario alemán asegura que en España se riegan las huertas con aguas fecales. Está claro que no nos perdonan lo de la Eurocopa ni lo del Mundial ¿Resultado? Pues la retirada de productos españoles, ya no solo pepinos, sino también tomates, lechugas, berenjenas… en Alemania, Austria, Suecia, Dinamarca, Luxemburgo y pronto el resto de Europa. Se comprende que hay una alarma y que hay que investigar complejas cadenas de producción, transporte, manipulación y distribución, pero es inadmisible la emisión de juicios y acusaciones sin fundamento.
En 1918, como es sabido una epidemia de gripe subtipo H1N1 mató en todo el mundo a casi 200 millones de personas ¿y a quién le cascaron el sambenito? Pues a pesar de que la cepa se irradió desde Francia, pasó a la historia como la “gripe española”, en el resto de Europa se censuraba la información sobre sus muertos para no mezclarlos con los de la I Guerra Mundial. Por la misma regla de tres, la última gripe A debió llamarse “gripe mexicana”, igual que habría que llamar “mal de la vacas locas inglesas” o “gripe del pollo chino”. Parece que en el momento actual y a los ojos de nuestros vecinos europeos sigue teniendo vigencia aquella sentencia del abate de Pradt: “África empieza en los Pirineos”, a la salida de los cuales, por cierto, los agricultores franceses han quemado tradicional e impunemente camiones procedentes de España llenos de productos hortofrutícolas por considerarnos una amenaza a sus intereses “europeos”.
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