“En este momento todos nuestros agentes están ocupados. No se retire. Le atenderemos en breves instantes”. Y a continuación, la musiquilla ratonera-emblema de la compañía en cuestión, pensada para entretener a clientes no atendidos, pero que realmente sirve para ponerlos de mala leche. “Su llamada continúa en espera. Uno de nuestros agentes le atenderá lo antes posible”. Y así hasta mandarlos a la porra definitivamente colgando el teléfono a ver si más tarde están menos ocupados.
Hay veces que siento un deseo irrefrenable de ver por un agujerito el local donde están todos esos agentes tan ocupados y los esfuerzos que hacen por atendernos lo antes posible. Hace ya algún tiempo, conocí a una persona que había sido responsable de una planta de telemarketing en una importante compañía de atención telefónica. Me contaba que un día no se presentó ningún operador a la hora de inicio de la jornada, pues había un motín en la empresa por las insostenibles condiciones de sus contratos-basura. La solución, poner la grabación: “en estos momentos todos nuestros agentes están ocupados...”, pero en formar una bronca laboral o buscar otro empleo, podríamos añadir. Al parecer, es frecuente el abandono de esos trabajos que por ahorro de márgenes comerciales las empresas ofrecen en condiciones infames a colectivos necesitados, como estudiantes o inmigrantes sudamericanos. Supongo que a ustedes también le habrán contestado alguna vez con voz musical: “buenos días, le atiende Tatiana Nelson, ¿en qué puedo assshudarle?”, que más parece parte de un tango de Carlos Gardel. Otras veces lo que realmente ocurre es que, sin saberlo, estamos hablando directamente con Perú o Colombia, donde estas empresas practican la deslocalización telefónica porque allí los sueldos son la cuarta parte. Cuánta patraña existe detrás de la apariencia solvente de empresas de servicios dedicadas a ganar dinero en detrimento de la calidad y que hasta invierten en tecnología para que parezca lo contrario. No hablemos ya de los teléfonos automáticos. Una vez me quedé tirado en la carretera y, dentro de mi azaramiento y nerviosismo, porque se hacía de noche, logré encontrar como un tesoro el teléfono de la compañía de seguros; ávido de conversar con mi salvador, que con voz amable me sacara de aquel atolladero, me topé con un “marque o diga uno a uno los números de su póliza; si es accidente, pulse uno, si es avería pulse dos…” El grado de deshumanización al que hemos llegado con tanto avance tecnológico amenaza con contagiarnos del mismo hieratismo de las máquinas, para dar respuestas clónicas a las situaciones y problemas de la vida. Buenos tiempos aquellos cuando uno improvisaba y construía su propio destino lejos de respuestas estandarizadas y previsibles.
Buenos días Alfonso, después de felicitarte por haberme dado la oportunidad de leer un artículo tan interesante y tan bien escrito sólo me queda decirte que lo mismito que tú dices podría haberlo dicho yo perfectamente, bueno, lo mismo, no, entiéndeme, yo no sabría escribirlo tan bien como tú, me refiero a que en más de una ocasión he tenido que pasar por situaciones parecidas a las que tú cuentas, he hablado con máquinas, me han ambientado la espera con musiquillas incongruentes..., en fin, de todo, por eso sé que lo que cuentas es el evangelio en verso, además me da la sensación de que lo mismo le pasará a cualquiera que lo lea porque, visto lo visto, hasta para decir los pecados al confesor vamos a tener que escuchar la voz de la dichosa maquinita. Un abrazo
ResponderEliminarPrimitivo Algaba