Los más jóvenes no han conocido el tren Ruta de la Plata, la mítica y desaparecida línea Astorga-Salamanca-Plasencia, que discurría por el mismo corredor usado en tiempos romanos para llegar también a la vieja capital de los astures leoneses. En aquel viaje no eran precisas revistas para leer, pues el principal entretenimiento lo constituía el paisaje nada más salir de Plasencia. A los ásperos berrocales sucedía pronto la floresta tupida del Valle del Ambroz, cobijada por las moles cercanas de Gredos. Si era verano, las ventanillas abiertas dejaban pasar las fragancias de la vegetación mientras el tren serpenteaba por el Puerto de Béjar accediendo a la Meseta. En 1985 la desidia hizo fenecer esta línea después de casi un siglo, interrumpiéndose aquí por tanto, el tránsito ferroviario de todo el oeste peninsular.
El mismo camino parece que puede tomar el viejo Lusitania Exprés que une la provincia cacereña con Lisboa a través de la frontera de Valencia de Alcántara, el camino más corto desde Madrid a la capital portuguesa. Esta vez la vecindad con el país luso, que atraviesa por dificultades mayores que las nuestras, nos está perjudicando enormemente, pues tampoco Portugal cumplirá su compromiso de enlazar con el AVE ni ejecutar su parte de autovía que debía unirse con la EX-A-1, de Plasencia a la frontera por Monfortinho.
Pero la desaparición de ferrocarriles en Extremadura es algo más que un mero borrado de líneas negras en el mapa regional. Es cómodo echar la culpa a Portugal o a la propia crisis económica cuando no se está sabiendo defender lo nuestro. Otro tren hemos perdido dejándonos arrebatar el Eje 16 que nos comunicaría por fin con el corazón de Europa en igualdad de condiciones, en beneficio de otras regiones con más peso que se han llevado el gato y el Eje al agua, a la suya. Y hablando de Europa, un tren más desapareció del horizonte extremeño, esta vez cultural y de progreso con el fiasco de Cáceres 2016, proyecto en el que tantas esperanzas y dineros depositamos. La plataforma logística de Badajoz se aleja o se empequeñece con tantos trenes perdidos, igual que dijimos adiós al aeropuerto de Cáceres. Si hubo unos años en los que Extremadura parecía salir de su secular letargo dibujando una curva ascendente, me está pareciendo que a la evidente pérdida de peso de España en el concierto internacional está acompañando una proporcional pérdida de significación extremeña en la orquesta nacional, donde ni se nos ve ni se nos oye. Seguimos en puestos de descenso, que es lo que hemos mamado desde siempre. Y me preocupa el tono de nuestros gobernantes, entrantes y salientes, con resentimientos y actitudes vengativas. A todas nuestras desgracias puede unirse una mayor que parecía superada: que los comicios autonómicos se hayan planteado el clave de vencedores y vencidos, clima de enfrentamiento cateto y revanchista muy propicio para seguir en tierra, perdiendo todos los trenes habidos y por haber.
Buenos días Alfonso, de nuevo reparo en tu artículo y lo hago para darte la razón en todo lo que dices y, también, para que sepas, que ya lo sabes, que está muy bien escrito, en particular la primera parte llena de añoranzas del pasado donde evocas paisajes y fragancias de los que alimentan el alma, enhorabuena. Un abrazo
ResponderEliminarPrimitivo
Pues a nuestros politiquillos de tres al cuarto se les llena la boca hablando de los logros conseguidos. Yo creo que lo hacen después de subirse a la báscula de su casa y ver su peso. Confunden los "logros" de Extremadura con los kilos de su panza, engrosados a base de sueldos de Holliwood y tarjetas Oro de cuyo uso no tienen que responder ante nadie.
ResponderEliminarTreinta años perdidos. Lástima. Será el sino.