jueves, 19 de noviembre de 2015

La vieja y la nueva guerra



     “La France est en guerre”. Esta frase, pronunciada por François Hollande en Versalles ante las cámaras, me pareció en principio una grandilocuencia, una mera expresión justificativa ante su pueblo que trataba de poner de manifiesto  el dolor de toda Francia ante la barbarie. Pero pocos días después he comprendido que la palabra guerra fue empleada en toda su prístina dimensión, al ver a ochenta mil gargantas inglesas entonar la Marsellesa en Wembley. La guerra que venía ya está aquí. Una guerra atípica; el campo de batalla donde uno puede caer es la panadería, la terraza de un bar, el partido del domingo, la fiesta en la discoteca, el simple paseo por una acera de tu ciudad.

     Estamos ante una guerra no convencional con un enemigo invisible que no solamente reside en una lejana tierra donde hay que ir a combatirle, sino que también puede resultar ser el repartidor de periódicos o el empleado del taller de la esquina. Y para estas guerras nunca nos hemos preparado. Desde las Torres Gemelas, pasando por el 11-M y los atentados de Londres, se están librando una serie de batallas psicológicas que son las más fáciles de perder, porque cuando se instala el miedo en la sociedad, el enemigo tiene mucho terreno ganado. El martes se suspendió el partido Bélgica-España, las medidas de seguridad se multiplican y esto implica aumentar exponencialmente el gasto; los cambios constitucionales implicarán pérdida de derechos. Y el turismo ya se empieza a resentir en las bolsas internacionales. En definitiva, la psicosis debilita anímica e incluso económicamente, uno de los objetivos cumplidos de los terroristas. Mientras tanto, los ingresos del EI (Estado Islámico) aumentan  con el pago de rescates en secuestros, el contrabando de petróleo y los peajes de los refugiados, negocio redondo últimamente. Tal vez esto es lo primero que habría que combatir. Es una guerra en la que el enemigo actúa como un hacker que siempre se anticipa a los antivirus: si los extremistas residentes en Europa ven cortada su posibilidad de viajar a Oriente para recibir adiestramiento, son aleccionados vía Internet por medio de chats y videojuegos sin salir de su habitación, como hacia Julio Verne con sus viajes. 
La tentación de aniquilar militarmente al EI es comprensible, pero tras el 11-S los Estados Unidos atacaron ferozmente Afganistán, y hoy existen más talibanes que antes. Los yihadistas son como una hidra que además reproducirá sus miembros mutilados a distancia.
    La Nobel de la paz iraní Shirin Ebadi dice que al EI solo se le puede combatir con ideas. En el punto al que hemos llegado esto me parece ingenuo: ¿qué ideas? ¿quién puede inducir a esos bárbaros a interpretar el Corán de otra manera? Y la resignación pacifista de Gandhi (“mi arma mayor es la plegaria muda”) tampoco arregla las cosas. No parece haber más salida que emplear viejos métodos y esperar nuevas consecuencias. Nueva o vieja, como dijo Juan Pablo II, “la guerra siempre es una derrota de la Humanidad”.

No hay comentarios :

Publicar un comentario